Fui integrante de una de las juntas electorales en el colegio 31 de Octubre, de Samborondón.

A las 18h30 en que se dieron a conocer los primeros resultados, los delegados en las mesas estaban atentos a que los conteos se realizarán con total transparencia. Una turba de manifestantes fanáticos, irracionales, tumbó las puertas del colegio, aprovechando que los militares nos dejaron abandonados, pues habían recibido el llamado de trasladarse a otra escuela para reforzar la vigilancia.

Estaban incendiando carros (uno de los cuales era mío). Cuando vimos esa turba enardecida que ingresaba gritando y disparando, corrimos sin saber adónde. Fueron momentos de horror, hombres y mujeres rezaban, lloraban, se desesperaban por encontrar lugar seguro; los policías que eran pocos, corrían tratando de salir de aquel infierno.

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Yo salí por una puerta trasera y busqué refugio en una casa donde gracias a una bondadosa señora pude localizar a mi esposo, quien angustiado me buscaba.

El resultado final todos lo sabemos, una persona inocente muerta, algunos heridos y bienes materiales destruidos. ¿Es eso democracia? ¿Cuáles son las seguridades que prestan las autoridades para garantizar que uno va a llegar salvo a su hogar después de cumplir un “deber cívico”? ¿Que vale más en un futuro, pagar la multa o proteger nuestra vida? La respuesta es obvia.

Susana Orellana V. de Palacios
Samborondón

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¿Como trabajar en lo que creemos, sin morir en el intento? Debería decirse esto de todos los ecuatorianos que asumimos la responsabilidad de haber trabajado en las mesas de votación en las últimas elecciones.

Me tocó estar en el colegio Amarilis Fuentes, y cuando esperaba en la larga fila para entrar al único baño de damas (dañado... ya pueden suponer el estado de este en la tarde) las mujeres con las que compartí la cola, a las 16h00, comentaban que era la primera vez que se levantaban de sus mesas, porque en la capacitación les dijeron que trataran de no tomar agua ni comer para no abandonar sus puestos y no ir al baño.

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¡Cómo en nuestro país se atenta a los derechos mínimos del ser humano! Yo les dije que no debían hacerlo porque atentaban contra su salud, pero  respondieron que debían seguir las instrucciones, porque les indicaron que eso garantizaba el éxito del trabajo.

Las mesas de escrutinio eran pupitres estrechos, sin respaldar, en deplorable estado, y estaban ubicadas en el patio, en un día de mucho sol.

Observé el exterior del colegio en deterioro, con paredes despintadas, resquebrajadas, sucias, y me pregunté: ¿Es posible que en un entorno tan precario puedan alumnos y profesores realizar su mejor esfuerzo de educarse y educar? Sentí profunda pena de la poca importancia que nuestro Gobierno otorga a quienes constituyen el futuro de la patria y a los profesores que diariamente trabajan por ello.

Alaís Ortega Gómez
Guayaquil

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