Conceptualmente, el TLC no es muy diferente a cualquier relación comercial entre provincias de diferente desarrollo dentro de un país. El dilema que se plantean los ciudadanos de una zona más atrasada es: ¿nos conviene ir a comerciar con los demás que tienen mejor tecnología y más influencias? La respuesta es compleja y a la vez simple, porque implica riesgos y oportunidades. Las oportunidades son los mercados más amplios que uno puede encontrar en las provincias más desarrolladas; los riesgos, el tipo de competidores que uno enfrentará. Pero para poder contestar estas dudas, se debe siempre tener presente otra pregunta: ¿qué riesgos y oportunidades tengo si me quedo encerrado en mi provincia más pobre?
Nunca en economía se puede mirar una situación (el comercio más abierto) sin mirar la alternativa (el comercio más limitado o la autarquía).

El economista David Ricardo ya planteó un principio fundamental hace 200 años, el de las ventajas comparativas: “Incluso cuando un país, frente a los demás es inferior en productividad en todos los productos, le conviene integrarse al comercio: debe dedicarse a lo que menos mal hace e intercambiar con lo que los otros mejor hacen. Ambos salen ganando”. Este principio (que todos aplicamos en la vida diaria), nos dice:

1) Incluso teniendo baja productividad uno puede participar en el comercio. Y eso se observa todos los días: ¿a una persona de baja capacitación, le conviene quedarse en su barrio buscando oportunidades o es mejor ampliar su espectro?

2) El nivel de productividad determina el nivel de vida. El más productivo será más rico con o sin comercio. El intercambio les permite a los dos mejorar, pero no puede cambiar su situación relativa.

3) Nada obliga a que alguien se dedique siempre al mismo tipo de productos, es decir que siempre sean las mismas sus ventajas. Hay un proceso dinámico que debe ser emprendido en busca de nuevas oportunidades. Ciertamente hay que evitar la trampa de quedarse en lo mismo.

4) Las probabilidades de ser pobre, sin comercio, son mucho mayores.

5) No hay que temer “el ser invadidos de productos”. El comercio es un intercambio. Nunca puedes ser solo unilateral.
Aplicando esto al caso del TLC:

1) Debemos centrarnos más en las oportunidades que en los riesgos. Es la gran diferencia entre las sociedades de éxito, y las timoratas que se rezagan. Meditar, por favor, sobre las actitudes en Asia (la búsqueda de oportunidades y el empuje) y América Latina (el lloriqueo).

2) Si hay sectores excesivamente beneficiados en Estados Unidos con subsidios, es correcto dar a los nuestros una protección equivalente.

2) Lo único importante es estar seguros de que los acuerdos no limitan el desarrollo de nuevas oportunidades. Si hay mecanismos en el TLC que impiden a nuestros países, en el futuro, salir de la situación de productores de bienes primarios para subir en la escalera de valor agregado, eso sí debe ser impedido.

El juego básico del TLC es aprovechar oportunidades y minimizar riesgos. Como en la vida... ¡Y en la vida es mejor salir a la pelea!