Los comentarios y mensajes recibidos por mi artículo ‘¿Qué haremos los votantes?’, que publicó EL UNIVERSO el 20 de octubre del 2004, me inducen a regresar sobre el tema.

Mi sugerencia básica para mejorar la participación ciudadana en la vida política del país fue que se agrupen los que piensan y sienten en forma semejante.

Añadí: “Así como se forman grupos de estudio o de oración, también deben existir células cívicas donde se analicen, se discutan y se propongan soluciones a todos y cada uno de los temas políticos que interesen a sus integrantes: mujeres y hombres”.

Recomendé ponernos en actitud vigilante y operante. Entre las preguntas que han hecho mis lectores destaco esta: ¿Ya existen células cívicas?

A un voluntario dispuesto a unirse enseguida le contesté que no he conocido ninguna y que él puede empezar una, juntándose con personas cercanas: familiares, amigos, colegas, compañeros de trabajo o vecinos, a quienes logre motivar.

Habrán de reunirse no solamente para quejarse y maldecir, sino para cuestionar, analizar y encontrar, entre todos, las mejores soluciones posibles a los problemas que elijan.

También me llamó particularmente la atención una misiva que recibí, rebosante de  conocimientos y patriotismo.

Su autor expresa conocimiento sobre los grupos de poder en nuestra patria, sus mañas y vicios, y tiene la esperanza de que, estando la mayoría ciudadana fuera de ellos, se puede soñar en una gran agenda de cambio nacional.

¿Cómo hacer tal agenda?

Él propone crear un “brazo” técnico-legal que estudie y presente las soluciones, otro “brazo” político que actúe con valentía por esas ideas, otro más que realice tareas de prensa y propaganda, teniendo presente que siempre se requerirá financiamiento.

Esa es una  propuesta interesante para actuar. ¿Qué se le ocurre a usted? ¿Lo intenta o se  mantiene en actitud pasiva?

Para los que quieran dar un paso adelante, les recuerdo que monseñor Hélder Cámara, en su exposición a los jóvenes sobre la espiral de la violencia, dio certeras instrucciones para  la organización cívica, como lo recordé en mi artículo ‘¿No violencia activa?’, publicado por el diario Hoy el 19 de diciembre de 1988.

Él propuso el encuentro de personas de buena voluntad, decididas a ejercer una “presión moral liberadora” pacífica, para cambiar las estructuras injustas, de la “violencia instalada”, vivida en aquellos años de dictaduras militares y que perdura.

A esos grupos los llamó “Minorías abrahámicas” porque, como Abraham, deben tener mucha fe, confiar y esperar contra toda esperanza.

He presentado dos caminos, pero existen muchos más, incluyendo el que usted puede idear y ponerse a recorrer, porque lo importante es no quedarnos quietos y seguir permitiendo que otros decidan sobre nosotros, en nuestro perjuicio.

¿Qué le parece todo esto a usted? ¿Se animará a iniciar y actuar en una célula cívica?

¿Sería tan amable en darme su opinión?