En Santo Padre anunció en la solemnidad del Corpus Christi, el 10 de junio de este año, su intención de proclamar Año Eucarístico para toda la Iglesia. Un año que comenzó el 17 de octubre actual, en que se clausuró el 48º Congreso Eucarístico Internacional en Guadalajara, México.

Escribe nuestro Arzobispo: En la Carta Apostólica Mane nobiscum, del 7 de octubre de este año, el Papa señala expresamente un hecho por de más evidente.
Esta iniciativa eucarística, dice Juan Pablo II, constituye el desarrollo natural de la dirección pastoral que he tratado de imprimir a la Iglesia, especialmente a partir de los años de preparación al Jubileo del año 2000. Nos encontramos, por tanto, en presencia de un específico aliento del Espíritu, que trata de reconducir la Iglesia toda hacia su “centro raíz”, en una empresa de gran hondura pastoral.

La celebración concreta del Año Eucarístico queda confiada al celo apostólico de las iglesias particulares con su pastor a la cabeza. Estima el Santo Padre que no se trata de modificar los planes pastorales previos, sino de ofrecer a esos planes la iluminación y la profundidad que provienen del “misterio de la fe” proclamado en la celebración eucarística. “No pido –señala Juan Pablo II–, que se interrumpan los “caminos” pastorales que van haciendo cada una de las iglesias, sino que se acentúe en ellos la dimensión eucarística que es propia de toda la vida cristiana”.

Monseñor Antonio Arregui propone a sus diocesanos los siguientes puntos a seguir en este Año Eucarístico: La escucha atenta de la Palabra de Dios también se ordena a caldear el corazón e iluminar la inteligencia. Luego vendrá el reconocimiento del Señor (como lo experimentaron los discípulos de Emaús), el reencuentro, y la salida presurosa, rebosante de felicidad, a anunciar lo que habían visto y oído. Encuentro con Cristo y misión apostólica son los dos polos de este Año Eucarístico.

Por eso invoco la colaboración de todos para una celebración eucarística más cuidada en todas las parroquias y templos de la Arquidiócesis, como expresión de piedad y de fe, tanto del ministro como de los fieles que participan, especialmente los domingos. Le pido que, al caer la tarde los días jueves, haya un acto eucarístico de oración y adoración en todas las cabeceras parroquiales y en los templos en que sea posible hacerlo. Ruego a los sacerdotes desarrollar una más intensa catequesis acerca del sacramento de la reconciliación, para que muchos más fieles se dispongan a recibir con las debidas disposiciones el alimento eucarístico. Es preciso que esta motivación vaya acompañada de una dedicación personal, ordenada y constante, a escuchar confesiones.

Además, hemos de afirmar, a través del testimonio personal, la presencia de Dios en el mundo, siendo “promotores de comunión, de paz y de solidaridad”, como señala el Papa. Es conveniente que cada comunidad parroquial, al hacer y revisar sus planes pastorales, se sienta impulsada a una nueva generosidad. Al concluir, repito lo que manifestó el Santo Padre: “Para evangelizar el mundo son necesarios apóstoles ‘expertos’ en la celebración, adoración y contemplación de la Eucaristía”.