Desde que las mujeres comenzamos a usar pantalones, nos hemos sentido más seguras para muchas cosas; por ejemplo, si debemos tomar un bus, subimos al carro con más facilidad y rapidez, sin que nadie pueda trasponer el umbral de nuestra intimidad.

También, si hace frío, buscamos un pantalón y encontramos el abrigo necesario para nuestras piernas; si tenemos piernas flacas, los pantalones se convierten en obligado cómplice. Los empresarios de la moda se han esmerado en diseñarnos todo tipo de pantalones para toda ocasión.

Mas, suficientemente aclarado está, que una mujer no deja de ser femenina por llevar pantalones, prenda que nada tiene que ver con diferencias de género.

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Me tomo la molestia de hacer un elogio a los pantalones, sencillamente porque un político, acabó de declarar suelto de huesos e irrespetuoso, que lo que le hacía falta a la provincia era “un hombre con los pantalones bien puestos”; queriendo seguramente referirse a que la firmeza de decisiones es patrimonio masculino. ¡Qué risa!

Precisamente, en los últimos tiempos, hemos podido observar a féminas como funcionarias públicas que han demostrado sobrado dominio, capacidad y firmeza, mientras estuvieron en sus cargos. Son ellas las que han sobresalido, pese a ser todavía una minoría en los altos cargos públicos y pese al boicot que irrespeta las cuotas establecidas en la ley.

Que no les quepe a algunos la menor duda, que cuando las mujeres llevamos pantalones, bien puestos van.

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Ab. María Cruz de Campozano
Guayaquil