Me lo propuse y lo cumplí. Quería tener una idea de cómo se llevaban a cabo los debates en Estados Unidos de Norteamérica, entre quienes competían por la presidencia de ese país. Pude apreciar el estilo y el contenido de esas tres confrontaciones verbales; de allí saco algunas conclusiones que bien vale la pena presentarlas para una reflexión común.

– El reglamento elaborado para el debate no dejó cabos sueltos ni hendijas, peor puertas, para que se asomaran sorpresas que pudiesen desdibujar el resultado que se buscaba. El reglamento fue observado minuciosamente tanto por los conductores como los contendores. Qué bien, me dije; para algo deben servir los reglamentos: para ser observados y para conseguir los fines propuestos.

– El tiempo para las preguntas era suficiente para armar una respuesta cuidadosamente elaborada; su cortedad no daba oportunidad para divagaciones, sino que exigía una síntesis en beneficio de la información que buscaban los espectadores; la réplica cumplía con iguales beneficios.

– La elaboración de las preguntas debió tener como autores a un grupo de expertos que pusieron en ellas los temas y motivaciones fundamentales de cada uno de los candidatos; faltaron muchos temas de interés mundial, es verdad, pero lo importante para el pueblo norteamericano  estuvo presente en las preguntas realizadas en cada uno de los debates.

– Los gestos, el tono de la voz, las expresiones faciales, ciertas sonrisas y extrañezas fueron parte importante en la presentación de cada uno de ellos y ayudaron a mantener el interés y conocer las reacciones personales de estos importantes personajes. En mérito de los debutantes, ellos supieron mantener el decoro y respeto a los televidentes, debatieron con altura, defendieron con firmeza sus convicciones y cada uno se empeñó en dar lo mejor de sí para ganar la preferencia de los electores. Al margen de estas consideraciones, he leído afirmaciones que sorprenden, sin que por eso dejen de tener sobradas razones. Hay estudiosos que piensan que lo que el Presidente de los Estados Unidos decide a favor de cada uno de los pueblos de la tierra es más importante y efectivo que aquello que cada uno de esos países decide en beneficio de sus electores. Es por esto que algunos propugnan que en la elección de este presidente debiese ser tomada en cuenta la opinión del mundo, porque en realidad Kerry o Bush, mañana, podrían estar decidiendo la suerte del mundo sin que nosotros les hubiésemos dado esa autorización.

Además, los enfoques de estos candidatos reflejan la distancia que nos separa entre sus urgencias y entre aquellas que a nosotros nos incumben. La única alternativa para frenar el ingreso de indocumentados, por ejemplo, es, para ellos, reforzar los controles en la frontera para que no ingresen nuevos inmigrantes y también controlar de manera exigente a quienes ya están dentro; jamás se dijo que era importante atender las economías de los países en desarrollo, crear ayudas para desarrollar la agricultura, para modernizar las vías de comunicación, facilitar el ingreso de productos de suerte que los ecuatorianos, por ejemplo, no necesitemos emigrar a los Estados Unidos, porque en realidad en el Ecuador tenemos presente y futuro. Nada se dijo en este sentido.