Europa es el primer inversionista en América Latina. La tendencia de la primera mitad de la década de los noventa, cuando EE.UU.  realizaba el 71,9% de las inversiones en la región, cambió en  la segunda mitad, pues Europa contribuyó con el 61,1% de las inversiones en el continente.

España es el gran inversor  en la región, acumula el 29,7% de las inversiones. Esta es la constatación de la Representación Especial en Europa del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), cuyo consejero económico, Ziga Vodusec, presentó este jueves en París los últimos resultados.

Si bien hay una gran concentración de las inversiones en la zona del Mercosur, los países de la Comunidad Andina de Naciones (CAN) gozan de algunas ventajas que deberían ser mejor explotadas.

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La mayor fortaleza de los países andinos, según  Vodusec, es el hecho de que las inversiones se concentran en el sector primario,  dirigidas a las exportaciones. Es el caso de Ecuador, donde  los recursos europeos  se destinan a los sectores de recursos naturales, las concesiones para la prospección petrolera y la privatización de empresas estatales.

Con respecto a Ecuador, el presidente del BID, Enrique Iglesias,   se mostró optimista, pues  opina que el proceso de dolarización  consiguió una estabilidad macroeconómica en el país.

Sin embargo, una encuesta del BID determinó los factores decisivos para invertir: estabilidad macroeconómica, política y social, tamaño del mercado y crecimiento. Desde ese punto de vista, el país  no es uno de los más atractivos.  Vodusec considera que la clave es fortalecer el proceso de integración dentro de la CAN. Pero,  los resultados de Ecuador son positivos, pues las inversiones europeas pasaron de $ 31 a $ 205 millones entre  el 2000 y 2001. Durante  el mismo periodo, en Colombia y Perú las inversiones europeas cayeron drásticamente.

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El 2004 debería ser en materia de inversiones el inicio de la reactivación. Vodusec se mostró muy optimista en este sentido.
América Latina está en un buen momento porque  las tasas de crecimiento son altas. La moraleja es que la región debe valorizar su especificidad y profundizar sus esfuerzos en la infraestructura, educación,  tecnología, modernización del Estado y la seguridad jurídica. Las naciones latinoamericanas tienen que reducir la volatilidad de la economía ligada a temas como la deuda externa y la fragilidad fiscal.