Una encuesta para este Diario, realizada por Datanálisis entre 504 hombres y mujeres de  Guayaquil y Quito, reveló que más del 71% de entrevistados modificó ciertas costumbres, por temor a ser asaltados, pues consideran que hay más delincuencia que hace tres años.

El 71% de personas que residen en Guayaquil y Quito cambiaron en los últimos años algunas costumbres por la inseguridad que genera el índice delincuencial, sumado a la escasa protección policial y a la desconfianza en la justicia.

Así lo señalan los resultados de una encuesta solicitada por este Diario y realizada los primeros días de este mes en las dos ciudades, por la compañía Datanálisis, sobre una base de 504 hombres y mujeres, de 18 años en adelante.

El 73,70% de hombres y el 74,30% de mujeres entrevistados considera que en Guayaquil y Quito hay más delincuencia que hace tres años. El 18,70% y 21,30% señala que igual y solamente el 7,60% y 4,30% respondió que menos.

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Por temor a ser asaltados, muchos dejaron de concurrir a lugares que antes frecuentaban, salen menos en las noches y si lo hacen vuelven más temprano a su casa.

Por igual razón, otros dejaron de tomar taxis amarillos o buses, o simplemente prefirieron salir y dejar guardados en casa sus vehículos para evitar que sean robados.

Otro buen número de entrevistados optó por colocar alarmas u otra clase de seguridades en sus vehículos, domicilios o negocios.

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Buscando seguridad
David (nombre protegido), empresario de 42 años, prefirió invertir más en la seguridad de su negocio de importación y exportación de productos de consumo masivo, ubicado en las cercanías de Guayaquil, desde que varios sujetos lo asaltaron y se llevaron alrededor de $ 17.000 en dinero efectivo, cheques y armas.

Contrató más guardias para tener vigilancia las 24 horas del día, pólizas de seguridad y adaptó sistemas de alarmas, todo lo cual le representa una inversión  superior a los $ 10.000 anuales que considera necesario ante el repunte de la delincuencia.

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Pero no son las únicas precauciones que este ciudadano tomó para prevenir un asalto.
Luego de que le robaron una camioneta del año, que finalmente recuperó, anda prevenido cada vez que sale. “Después de las 22h00 trato de no detener la marcha de mi carro en los semáforos en rojo porque cualquier persona que ande a pie o en carro, por mejor vestida que esté, puede ser asaltante”, señala.

En cambio, Mariana, también de 42 años y empleada de una concesionaria, dejó de tomar taxis por temor a ser asaltada, desde una noche en que por poco es víctima de un taxista que, de un modo que aún no se explica, le suministró alguna especie de droga.

“Tomé un taxi a la salida de mi trabajo (en el centro de la ciudad) y pedí la carrera hasta mi casa ubicada en el norte. De pronto  sentí mareo, la visión borrosa, no podía respirar y estaba a punto de dormirme”, recuerda.

Cuenta que el taxista se desvió al sur y cuando ella quiso bajar el vidrio el chofer le ordenó que no lo hiciera, pero finalmente lo logró y pudo bajarse sobre la marcha del carro para pedir ayuda, tras lo cual el taxista huyó rápidamente.

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Ella, al igual que el 44,60% de hombres y el 62,10% de mujeres, del total de consultados por Datanálisis, respondieron que no suelen salir en la noche por temor a ser asaltados. De los que salen, 55,40% de hombres y 37,90% de mujeres, el primer grupo regresa a su casa entre las 21h00 y 24h00 y el segundo de 20h00 a 22h00.

Casi todos son víctimas
De los 504 entrevistados, el 54,60% de hombres y el 48,60%  de mujeres han sido asaltados por lo menos una vez en tres años. De esos porcentajes, el 47,40% de hombres fue víctima de atraco en la noche y el 43,90% de mujeres en la tarde.

Nelson, empresario de 36 años, ha sido víctima de tres asaltos en el lapso de tres años.
En todas las ocasiones le robaron el carro y las pertenencias de valor que portaba y en la segunda recibió un balazo en la pierna.

A pesar de los sustos que ha pasado no se abstiene de salir en las noches para cumplir con reuniones de trabajo o sociales y tampoco piensa en andar armado.

“Hemos aprendido a vivir con el temor a ser asaltados. Qué más nos queda”, señala y atribuye la desconfianza de la ciudadanía en la politización de la justicia.