El presidente Lucio Gutiérrez se ha dado cuenta de que su gobierno no va más; que sus enunciados no han cuajado como lo creyó, cuando su percepción equivocada acerca del fallido intento le hizo fantasear que sería un buen Presidente. El votante ecuatoriano fatigado políticamente entregó su aprobación, sin meditar que el candidato no era el político curtido y conocido por su actuación en las grandes ligas, ni tenía el talento político necesario como estadista. Pero no había alternativa y el voto decidió.

Desde el comienzo del período se ha podido observar que se quiere gobernar bajo el privilegio uniformado. Los cargos civiles clave (se podría llamarlos estratégicos) están en manos de personajes que, con uniforme o sin él, con la disciplina castrense o sin ella, en el momento oportuno estarán de acuerdo a lo que diga “mi coronel”. Lo cual no deja de ser peligroso.

La manifiesta actitud preferente es un error del Mandatario. Las funciones estratégicas y vulnerables no se las debe asignar a quienes son entrenados para ser obedientes y a la vez exigir obediencia a sus subalternos. En tal ambiente el ciudadano no juzga, ni ejerce su derecho a ser manejado por alguien superior. En la vida civil de competición existe la libertad para aceptar o alejarse de mediocridades.

¿Por qué hay fatiga política? Desde hace algún tiempo aparecen fantasmas en el mundo de la acción política. El ojo de la tormenta está en el Congreso, en esa otrora institución portaestandarte de nobleza política, en que brillaron congresistas de gran capacidad intelectual y política, que no desperdiciaron su tiempo en dimes y diretes; que supieron separar la hojarasca que hacía estorbo para gobernar. Comprendiendo su noble función en democracia, salvo uno que otro desecho que daba su voto igual al de su compadre, la vida republicana avanzaba.

No se puede negar la majestad del Congreso; el Presidente que así lo haga estaría camino a la dictadura. Ni tampoco se puede fustigar a periodistas y medios de comunicación porque exponen sus ideas divergentes. Es, además, falta de conocimiento administrativo dispararse contra quienes no están de acuerdo con actos o acciones gubernamentales. Alguna vez dije que la oposición había descubierto el talón de Aquiles del Presidente. Un gobernante que no tolera la crítica de cualquier naturaleza que fuese, debe refrescar su temperamento indagando la conducta estadista de don Clemente Yerovi Indaburu o de don Galo Plaza Lasso.

En el país se padece de fatiga política. Para mover a votación a la ciudadanía hacia el próximo proceso electoral se recurre a los tablados, a la bullanga, a los viejos temas del baile, el sarao o la banda de pueblo. Las entrevistas televisadas, de otro canto, son tan pobres y repetitivas que los televidentes esperan con impaciencia la próxima novela. ¿Y qué decir de los programas de radio? Pasó la época de los buenos tribunos.

El presidente Gutiérrez, o alguno de sus acuciosos asesores, se han dado cuenta de la fatiga política que existe, que para su partido no hay espacio. Es una realidad, y por ello el Presidente sale a hacer proselitismo (proselitismo de Estado) en poblaciones marginales. El país está cambiando; el esfuerzo y el desengaño políticos de las recientes décadas van eliminando los cuerpos extraños; y busca afanosamente la transformación.