Como ciudadana que busca ser espiritualmente fuerte ante las adversidades que implica la convivencia en las distintas esferas en que nos desempeñamos, he experimentado frustración y dolor ante los hechos de pornografía infantil descubiertos en la isla Santa Cruz, en Galápagos.

Es realmente loable la disposición y valentía de las abogadas de las menores afectadas, pues están construyendo una conciencia colectiva que denuncia la vulnerabilidad a nuestros niños, la peligrosa “candidez” de ciertos padres de familia, y la falta de valores y autoestima con que se forman las actuales generaciones.

Irracionales son las declaraciones que no entienden que los seres humanos somos seres con espíritu, que con sus actos basados en engaño, lujuria y ambición nos han violado a todas las mujeres ecuatorianas; pues yo no puedo imaginar la vida con una lesión emocional de esa magnitud. Por ello, siento el dolor de todas esas niñas, de sus padres, y de las mujeres y niños que alguna vez pasaron por un hecho como ese.

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Se ha cometido un crimen contra la humanidad, porque quien no actúa a favor de la dignidad, está matando. Todos debemos ser suficientemente valientes y honestos para actuar en favor de la vida y en la construcción de la dignidad de cada uno de los ecuatorianos nacidos y por nacer.

¡No permitamos que el tiempo y el sensacionalismo dejen en el olvido este crimen, producto de “inteligencias” fracasadas al servicio de la destrucción de la dignidad.

Analicemos lo que ha ocurrido y cooperemos desde nuestro espacio en el crecimiento ético de nuestros compañeros, hijos, amigos, y por qué no, en el de todos los ciudadanos.

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Martha Espinoza Peña
Guayaquil