Será por el parecido con mediocridad, lo cierto es que muchas personas pensaron que al hablar de mediocracia el Presidente había encontrado un calificativo acertado para su gobierno. Vanas ilusiones de una autocrítica necesaria. Solamente era una nueva manifestación de la obsesión que ha acompañado al Mandatario desde el inicio de su gestión. Habrá que esperar largo tiempo para que ocurra la imprescindible revisión de los errores. Pero ya no será necesario aguardar un minuto más para saber que ha sido un mal contagioso y que, quién sabe por qué misteriosos canales, ha llegado hasta el Congreso y ha afectado a gran parte de sus integrantes. La mediocre irresponsabilidad ha campeado en el recinto legislativo en las últimas semanas, cuando simplemente debía cumplir con una función tan básica e indelegable como es la reforma de una ley.

Todo comenzó con la calificación de inconstitucionalidad de la fórmula de asignación de puestos en las elecciones pluripersonales, determinada por el Tribunal Constitucional bajo pedido –o por orden– del socialcristianismo y con el voto favorable del representante gubernamental. Siendo esa fórmula parte de la Ley de Elecciones, su reemplazo podía realizarse únicamente por medio de una reforma legal, lo que en el ordenamiento constitucional ecuatoriano solo puede hacerlo el Congreso y nadie más que el Congreso. Sin embargo, violando la Constitución y la lógica, el único organismo legislativo del país delegó la indelegable función al Tribunal Supremo Electoral. Este adoptó una fórmula que favorecerá a unos partidos en perjuicio de otros, todos ellos minorías, ya que en este diverso y fragmentado país ningún partido ha obtenido alguna vez la mayoría en las elecciones.

El cuento no terminó ahí. Para justificar el desentendimiento del Congreso en el tema, los integrantes de los partidos que se beneficiarían con la fórmula del TSE acudieron a algo que debe ser rápidamente integrado como un gran aporte a la teoría política (en la sección de monumentos al disparate, por supuesto). Dijeron que el Presidente, como colegislador, podría cambiar a su antojo lo resuelto por ellos y favorecer a su partido. Ellos, los mismos que han insistido en que el partido del aspirante a camionero no tendrá más votos que los de los familiares y amigos, de pronto olvidaron las matemáticas y la lógica y creyeron que encontraría una fórmula mágica para conseguir un par de concejalías en algún cantón desinformado.

Las sandeces pueden pasar, pues al fin y al cabo somos humanos. Lo grave es que esa simple afirmación significa ni más ni menos la negativa a aceptar algo tan fundamental en el ordenamiento constitucional como es el procedimiento de formación de la ley. Llama la atención que una tesis tan cercana a la tontería y tan alejada de la conducta democrática haya sido adoptada por legisladores con preparación y con hoja de vida respetable. Para colmo de sus males, ni siquiera se han dado cuenta de que les están haciendo el juego a sus adversarios de siempre y que han llegado a colocarse literalmente en la cola del león.