La rusa Alina Kabaeva, una de las mejores gimnastas de todos los tiempos, anunció hoy su retirada de la competición, tras haber cubierto hace mes y medio el único hueco que presentaba su currículum, la consecución de un oro olímpico.

"Ha sido mi última competición. He ganado todos los títulos posibles en la gimnasia rítmica y he hecho todo lo que podía por mi país", declaró la triple campeona del mundo tras haber conseguido el título mundial de clubes en Tokio.
 
Kabaeva, de 21 años, fue también medalla de bronce en los Juegos Olímpicos de Sydney y ha ganado cinco títulos mundiales por equipos y siete europeos, seis de ellos en el concurso individual.

Un positivo por dopaje en el año 2001, que le quitó otro campeonato mundial que había ganado en Madrid, es la única mancha de una carrera sobresaliente, que llevó a la gimnasia rítmica a nuevas cotas de popularidad gracias a las numerosas campañas publicitarias protagonizadas por esta gimnasta.

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Kabaeva nació en Tashkent en 1983, hija de un futbolista profesional que condujo a la familia por diferentes ciudades de Uzbekistán, Kazajistán y Rusia.
 
Alina, aficionada a la gimnasia rítmica desde muy pequeña, pasó por sucesivas escuelas que la rechazaron por sus kilos de más. Hasta que, en 1994 en Moscú, cayó en manos de la prestigiosa preparadora Irina Viner.
 
"La niña tenía las dos cualidades esenciales en la gimnasia: salto y flexibilidad. El resto podía conseguirse con una mejora en la alimentación, el estilo de vida y el entrenamiento", recuerda Viner.
 
Los éxitos tardaron cuatro años en llegar. Kabaeva, en su quinta salida de Rusia con el equipo nacional, se proclamó en Oporto campeona de Europa a los 15 años. A partir de entonces contó casi todas sus participaciones por victorias y la nota de diez volvió a ser habitual en los gimnasios.
 
Su extrema flexibilidad le hizo protagonizar sobre el tapiz escenas más propias de una contorsionista que de una gimnasta. Siempre contó, además, con la simpatía de las jueces, para desesperación de las dos rivales que la han acompañado habitualmente en el podio en los últimos años, su compatriota Irina Tchachina y la ucraniana Anna Bessonova.
 
Su maestría no quedará desaprovechada si, como ha manifestado, se centra en su proyecto de crear una escuela internacional de gimnasia, por encima de sus otras aficiones, más o menos artísticas.