La autora colombiana dice que actualmente  toma notas para escribir su próxima novela. Ya tiene el título y los personajes.

La gira que efectúa  por Latinoamérica le  ha permitido a la escritora colombiana Laura Restrepo constatar  que la gente de estos países comparte los mismos dolores y las mismas esperanzas. Y durante  el  recorrido se ha llenado de sus voces y de   sus abrazos. El suyo es un periplo laboral. Promociona la obra Delirio, por la cual ganó, a principios de año, el Premio Alfaguara de Novela.
Ecuador la tuvo como huéspeda desde el pasado miércoles hasta la madrugada de ayer, en que retornó a Bogotá, la ciudad donde reside. 

Restrepo, de 54 años, quien integró en 1983 en su país la comisión negociadora de paz entre el gobierno y el grupo guerrillero M-19,   habló de su novela y de sus propias angustias: la violencia,  la imposibilidad de llegar a acuerdos de paz, el narcotráfico, que son a menudo  los temas de sus libros. “En Delirio deseaba  una situación interior, de amor, una novela que transcurriera en un cuarto,  pero la realidad es como un ventarrón, que se cuela por las puertas y ventanas y te avasalla.  Le estamos entregando un país destrozado  a  nuestros hijos, estamos conscientes de ello y no hemos sido capaces de darles explicaciones concretas de lo que está sucediendo. Es una angustia que tus hijos, que tus nietos, no vayan a tener un país donde puedan vivir. Eso es una cosa que encoge el corazón”. 

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La autora,  hasta hace poco directora del Departamento  Distrital de Cultura y Turismo de Bogotá, dice que en Colombia muchos escriben, pintan, bailan, hacen cine o hacen teatro, frente al compromiso de dejarle testimonio a la gente que viene. “Es como decirles: miren, nosotros no pudimos solucionar esto y tampoco lo comprendemos del todo, pero aquí está nuestro testimonio, aquí se los dejamos. Agárrenlo como un fósil que quizá en el futuro puedan interpretar”.

Comenta que renunció al cargo  público porque este y la gira del Premio Alfaguara son oficios a tiempo y medio. Aunque dice no ser una persona de cargos, el trabajo de promoción cultural que hacía desde la Dirección de Cultura  la apasiona. “Yo vengo de una generación muy militante, de empresas colectivas.
Yo me crié y fui joven en una generación donde lo individual no era tan importante. Lo que nos hacía felices era la posibilidad de actuar colectivamente”.
Refiere que escribir es un acto solitario, pero  lo que se hace con la literatura no lo es. “Es un puente, un vínculo. Te pone en contacto con la gente”, anota.

Pregunta: En su  novela Delirio  se percibe una similitud  formal con la obra  de José Saramago. Su forma de escribir de alguna manera remite al estilo del Nobel de Literatura portugués. ¿Se siente cercana a él?

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Respuesta: Cercana sería pretenciosísimo decir, pero yo sí he querido aprenderle a él muchas cosas y una de ellas, y bueno, no solo a él sino a toda la literatura de lengua portuguesa, es que ha logrado abolir ciertas convenciones gramaticales, que hace que lo escrito se asemeje más a lo oral.  Ya no se necesita el guión, no hace falta. Hay pactos entre escritores y lectores sobre lo que significa eso, ya lo puedes abolir. Los portugueses en eso han sido muy audaces. En eso sí yo siento como que hay un aire parecido en mi obra; y del resto, ojalá  uno pudiera aprenderle a Saramago. Sin embargo,  si algo hay que aprenderle a él, no es tanto esas cosas de formas, sino esa capacidad de captar la quintaesencia de lo humano en lo que escribe.

P: Laura, si tuviera que describirse a sí misma ¿qué diría de usted?
R: Yo no sé lo que soy, pero sí digo lo que quisiera ser. Ante todo soy mamá. Creo en la política, en lo colectivo. Para mí una gran manifestación de protesta es un sitio donde yo me siento completamente a gusto, y después la escritura, que es un placer, un privilegio. Pensar que yo vivo de esto, que pago mi casa, los estudios de mi hijo, es tan sabroso. Es un motivo de alegría.

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P: Ciertamente es un privilegio, en nuestros países, que alguien pueda vivir de su producción intelectual.
R: Es un privilegio en el mundo. El premio es ese. Que sea tu oficio, tu fuente de vida, es un privilegio y yo no me acabo de pellizcar, porque hace años no era así.
Yo tenía que trabajar en otras cosas y escribir de noche. Escribía reportajes, investigaciones, telenovelas.

P: ¿Telenovelas?
R: Sí, pero ninguna funcionó, aunque me cabe la disculpa que no las hacía sola, sino con un equipo. Es que la telenovela funciona porque es lo que es, uno no puede mejorarla porque la destruye. Una telenovela mejorada no funciona.

Proyectos literarios
Señala  que con esta “viajadera”, escribir se le hace imposible, pero está tomando notas para una próxima novela. “Está el tema, está el título, están las ganas y los personajes delineados”, adelanta esta mujer, graduada en Filosofía y Letras y que publicó su primer libro, Historia de un entusiasmo, en 1986.

Es madre de Pedro, un joven de 23 años, y anota que si algo ella pudiera cambiar de su existencia, sería tener  más hijos, quizá cinco. “La maternidad para mí ha sido un elemento fundamental. Un poco veo la vida a través de los ojos de mi hijo, de mi sobrino y de los ojos de los amigos de mi hijo. Una vez que una es madre de alguien se vuelve madre de todo el mundo”.

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