Acercándonos al día en que se realizarán las elecciones seccionales en nuestro país, conviene reflexionar y encontrar razones para concurrir y ejercer el sufragio.

Jurídicamente tenemos el derecho de elegir, según el artículo 26 de la Constitución, y también el deber de hacerlo, como manda el numeral 17 de su artículo 97, a tal punto que la omisión implica sanciones.

Políticamente es la ocasión para manifestar si estamos contentos con los logros de las administraciones provinciales, cantonales y parroquiales, o preocupados y resentidos por sus errores.

Cívicamente es la oportunidad para demostrar que el teórico amor a la patria se renueva con la fe y la esperanza que hemos depositado en el sistema democrático.

Moralmente no es solo cumplir una obligación sino también fortalecer la convicción del valor ético que implica nuestra participación en la vida de la comunidad.

Socialmente es una comprobación de nuestra integración a un grupo humano del que no podemos ni debemos desligarnos si queremos que nuestras tesis se apliquen.

Espiritualmente es un ejercicio de desafío de la propia conciencia que interpela sobre la bondad del acto de votar y el destino del voto.

¿Hay más razones para votar? Sí, y me gustaría que usted las exprese.

Mi observación personal de los procesos electorales me ha permitido concluir que gran parte de quienes se quejan de las malas administraciones elegidas son precisamente aquellos que no participan activamente en política.

También suelen ser duros críticos quienes no van a votar solo porque por su edad no les es exigible el certificado de haber sufragado.

La crítica social no es suficiente para cambiar la realidad. Hay muchas formas de actuar políticamente y no necesariamente a través de los partidos y movimientos.

Una de esas maneras es, por excelencia, votar. Se afirma, con razón, que con el voto se premia o se castiga, lo que resume otra razón para sufragar.

A veces pensamos que nuestro voto es insuficiente y que las cosas no cambian. Si así le parece, tiene la alternativa de seguirse quejando y no hacer nada o emprender alguna acción que propicie el cambio que usted y, seguramente, otros anhelan.

No deje de votar: jurídica, política, cívica, moral, social y espiritualmente tiene razones para hacerlo y, además, le corresponde impartir justicia a los administradores locales.

Ahora nos toca a los ciudadanos hacer sentir nuestro criterio y voluntad. No desperdiciemos la ocasión. Votemos con fe y decisión.

¿Cree que se debe votar y nunca evadir hacerlo, pues somos responsables de nuestras acciones y omisiones? ¿Sería tan amable en darme su opinión?