Con nostalgias por un tiempo de heroicidades diversas, pero en verdad como reconocimiento a un poeta que fue también dramaturgo, dibujante y pintor, la exposición itinerante Sobre los ángeles, en el Centro Cultural Metropolitano, facilitó un acercamiento a uno de los grandes de la generación española del 27.

Rafael Alberti fue parte de un momento excepcional de la cultura española en que jóvenes y menos jóvenes proyectaron lo que puede verse como un nuevo siglo de oro del pensamiento y la creatividad artística de una España que fluctuaba entre la tradicional monarquía y la futura República.

Particularmente integraba el grupo de los jóvenes que, abiertos al acontecer de un tiempo en que políticamente se buscaba establecer una transformación que separara radicalmente pasado y presente en su sociedad, se vio inmerso de pronto en la traición de Franco y en la consecuente y sangrienta guerra civil de los años 30.

Desde Marinero en tierra, pasando por Cal y canto, Sobre los ángeles, y Roma, peligro para caminantes, entre otros libros de poesía, Alberti configura una trayectoria que desde los años cuarenta a los ochenta se cumplirá fuera de España, en inevitable exilio que lo trajo a América del Sur como le llevó de regreso a Europa, residiendo en Roma antes de retornar a su país, ya restaurada la democracia.

La poesía de Alberti es, sobre todo, traslúcida y puede escuchársela y leérsela como un continuo canto. En este sonoro y musical canto, los temas del amor, de la solidaridad, de la denuncia, de la crítica y de una soledad que vivió en compañía de Teresa León en ese extenso exilio que le facilitó un conocimiento de otras sociedades y problemas que terminarían confluyendo en los ya sabidos de España, fueron predominantes.

Sin duda Alberti no establece los cambios que pueden percibirse en la poesía de García Lorca o en la de Antonio Machado con su intimismo desgarrador o en la de Jorge Guillén, Luis Cernuda y Dámaso Alonso, y tampoco pueden fijarse aproximaciones con la de Vicente Aleixandre y Pedro Salinas. La de Alberti es una poesía que canta y encanta al oído y que no excluye violencias verbales contra lo que denuncia y rechaza.

Su labor dramatúrgica fue también importante, ya escribiendo textos de netos contenidos sociales aunque con consistencia poética, ya adaptando obras de otros autores, como aquella de la Numancia cervantina.

Un amor no oculto y que le permitió ilustrar algunos de sus textos poéticos fue el del dibujo y la pintura que desarrolló en sus años de exilio y que en Roma, dijo alguna vez, le facilitó la sobrevivencia económica.

Este Alberti múltiple es el que estuvo presente en esta exposición. Es el que mereció el reconocimiento del premio Cervantes y del pueblo español a tiempo de su muerte.

Con su desaparición física se cerró un capítulo histórico y no solo cultural y artístico de una España invertebrada al decir de Ortega y Gasset, siendo inevitable que al pensar en él, al leerlo y verlo, se pensara también en esas otras sombras ilustres que, como la suya, conforman una gigantesca galería.

Al menos fue eso lo que pensé frente a este recuerdo de un hombre que perdió su arboleda y su mar, pero conoció y asimiló otras tierras y alturas.