Menores de edad cuyos padres los están educando para sumarse al desarrollo de la sociedad, repentinamente se vuelven protagonistas de noticias terribles.

Las secuelas de la represión de la dictadura militar pudiera ser motivo para casos de agresiones físicas graves en escuelas y colegios de ese país en los últimos años. El fracaso del modelo económico argentino produjo también un fuerte crecimiento de la violencia, y la escuela no se quedó al margen.

El reciente hecho se compara con la masacre de 1999, en el colegio Columbine en Estados Unidos, que fue reseñada por Michael Moore en el documental Bowling for Columbine.

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Pareciera que la agresividad juvenil extrema nos resultase lejana a los ecuatorianos. Pero no estamos del todo exentos. Los medios de comunicación han registrado algunos incidentes de alumnos heridos y muertos en recintos educativos por agresiones de estudiantes armados integrantes de pandillas.

Por supuesto, todavía estamos lejos de lo que acaba de ocurrir en Argentina, pero nuestros adolescentes y jóvenes soportan cada día una mayor presión y estrés por las expectativas que de ellos se tiene, por la emigración de sus padres, por el consumo de alcohol y drogas y por el deterioro de su nivel de vida. Son motivos para estar alerta y no tener que lamentarnos algún día de que aquí también se produzcan hechos así.