Algunas veces la realidad supera la imaginación. Y no solo que la supera, sino que de tan macabra hasta la torna increíble. García Márquez escribió un relato magistral que ilustra una cruda y pavorosa situación que ocurre en Latinoamérica con nuestros niños.
Este relato titulado La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y su abuela desalmada, narra cómo una indefensa menor es obligada a prostituirse sin compasión por los desiertos del Caribe por un familiar obligado a velar por su integridad y bienestar: su abuela, y cómo al final se libera de esta esclavitud.

He recordado este relato al leer por la prensa cómo individuos desalmados y mafias organizadas traficaban con nuestros niños en execrables delitos de abuso, violación, pornografía y prostitución infantil.

Ángel Mariscal y Jesenia Rezabala, el cubano-estadounidense Joseth Day, los Burdett Cedeño, son la punta del iceberg que oculta un profundo  y creciente problema que vive la infancia desprotegida de nuestro país, quien está a merced de criminales de esta laya con patologías severas de conducta y que forman, por añadidura, parte de mafias transnacionales de comercio infantil que alimentan con su abominable negocio los enrarecidos apetitos de la hez de la humanidad.

Parece que nuestro país con sus leyes patriarcales y sus profundos vacíos legales en lo que se refiere al combate a la pornografía infantil, prostitución y turismo sexual es el paraíso terrenal para esta gente sin escrúpulos a la que no le ha importado asesinar emocionalmente a cientos de nuestros niños y que se aprovecha del cinturón de miseria y de necesidades que vive nuestra población obligada, por falta de oportunidades, a sobrevivir muchas veces con un dólar diario, de jueces insensibles y corruptos y de legisladores indiferentes ocupados más en resolver asuntos particulares que problemas nacionales. La impunidad es la poderosa aliada de estos criminales.

Este comercio nefasto tiene su demanda consumidora en los países del primer mundo entre los que se cuentan Estados Unidos, Japón, Canadá y algunos de Europa y obtiene carne fresca para su materia prima de las naciones del tercer mundo, en donde las penas son leves y la corrupción, tan severa, que casi siempre es posible que los crímenes de estos ladrones de inocencia queden sin castigo. Esto es fácil de constatar al leer cómo el ciudadano estadounidense Day lucha por pagar su sentencia en nuestro país y no ser extraditado. Y, en contraste, cómo al ecuatoriano Mariscal la justicia norteamericana lo ha sentenciado a cien años de cárcel.

Lo sorprendente es que estos violadores se parapetan en el silencio y en la negación absoluta y descarada de sus crímenes aun frente a la evidencia, se escudan bajo las tapas oscuras de una Biblia o se autoproclaman locos para eximirse de culpas. O hacen como Day, quien dijo a manera de disculpa cuando se lo apresó in fraganti, que hacía pornografía infantil “porque el sueldo de la jubilación no le alcanzaba para vivir”.

Los ciudadanos exigimos de manera urgente por parte del Congreso Nacional la promulgación y ejecución de leyes que castiguen de manera radical y drástica la explotación, la pornografía, el turismo sexual y demás formas de abuso con menores, que impidan que estos crímenes proliferen; así como expidan medidas regulatorias para controlar la avalancha de pornografía infantil en Internet. Conocemos que han llegado proyectos a sus manos, es hora que demuestren fehacientemente que legislan para el bienestar del pueblo.