¡Huy, qué miedo! Ahora sí parece que el excelentísimo señor Presidente de la República se ha dejado de amenazas y va a actuar. O sea ha pasado del dicho al hecho, como decimos los que no hemos hecho nada ni hemos dicho nada.

Verá, excelentísimo, no será malito, acordaráse de nosotros, los que siempre hemos sido bien buenos con usted y nunca le hemos preguntado ni con pétalo de una rosa. ¡No nos enjuiciará! ¡No nos meterá presos! ¡No nos colgará de los pulgares! ¡No nos obligará a afiliarnos a la Sociedad Patriótica!

¡Qué miedo! ¿Ya ven lo que le pasó al Oquendo? Solo por hacer una preguntita, el excelentísimo ya le tiene acosado por la fiscalía. Y que de acosado pase a estar acostado, pero en una celda, no hay sino un paso.

Es que el Oquendo también, ¡para qué dizque anda preguntando! Bueno, tal vez no ha de haber sabido que lo que más le cabrea al excelentísimo señor son las preguntas. A él solo le gustan las respuestas. Y sobre todo esas que dicen que su gobierno siempre cumple lo que ofrece.

Entonces, para las entrevistas hay que encontrar un nuevo formato en que no haya preguntas, que son las que comprometen a los periodistas. Aunque, claro, para el excelentísimo mejor sería que no hubiera periodistas.

Y al paso que vamos, no creo que va a haber. ¡Qué alivio! ¿Para qué se meten a andar averiguando lo que no deben?

Fu, si para saber, el excelentísimo cuenta con los informadores, que son los que informan, y no con los periodistas, que son los que desinforman, tergiversan y malinterpretan. O sea son unas bestias, mismamente.

Y lo peor es que al excelentísimo no le dejan gobernar, porque todo el tiempo tiene que estar aclarando que eso que sí dijo, no dijo; que eso que sí hizo, no hizo; que eso que ofreció, no ofreció. Y entonces, no le queda tiempo para ejecutar su magna tarea de conducir la nave del Estado hacia donde la embajadora esa que hay le ordena. No me preguntarán qué embajadora es, porque ni el excelentísimo ni yo contestamos preguntas que pueden poner en riesgo la seguridad interna del Estado.

Ya sin periodistas será otra cosa, porque no habrá quiénes pongan en riesgo nada, como sí ponen cuando preguntan si para su campaña el excelentísimo recibió plata de las FARC. ¡Qué les importa! Tiene toda la razón de cabriarse el excelentísimo.

Pero verá, excelentísimo, que sí existimos periodistas que somos bien buenos y no preguntamos nunca, con tal de que la embajadora siga gobernando. ¿O usted es el que gobierna? Híjoles, mejor ni pregunto, no vaya a tener que compartir la celda con el Oquendo, que no me ha de dejar dormir porque, encima de preguntón, ha de ser bien roncón.