El primero de los tres debates previos a la elección del primer mandatario norteamericano –cuyo tema era la política exterior– se centró exclusivamente en la guerra de Iraq, el Medio Oriente, Corea del Norte y las relaciones de la Casa Blanca con sus aliados en Europa.

No se mencionaron el Alca, el Plan Colombia, Cuba, los tratados de libre comercio, la deuda externa, la lucha contra el narcotráfico, la inestabilidad política o la pobreza de la región.

La política exterior norteamericana ha descuidado desde hace algún tiempo a América Latina. Si bien existe una propuesta de mayor integración que gira en torno al libre comercio, esta no ocupa aún un lugar destacado en la agenda norteamericana, y no se ha convertido en el primer paso de un diálogo constructivo sino en una alternativa para que se la tome o se la deje en bloque.

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Del otro lado de la medalla, América Latina no ha sido capaz de unificar sus puntos de vista para intervenir en este diálogo como un solo interlocutor.

Un distanciamiento incluso relativo entre Estados Unidos y América Latina no será nunca conveniente. Nada fortalecería más a los americanos del Norte, del Centro y del Sur que una estrecha alianza entre todos nuestros países.