Con este sugestivo membrete llegó a mi correo un “mail” enviado por Sonia Palacios. La tecnología se nos ha vuelto tan útil que solamente con mover un par de teclas podemos participar a nuestros amigos de preciosas herramientas de reflexión, de distensión y hasta de esparcimiento sano. Quiero ahora, como lo he hecho en ocasiones anteriores, compartir con ustedes algunos datos que impactan y golpean nuestra sensibilidad.

La “publicidad censurada” consta de tres fotografías tomadas desde un puente, quizá retocadas o trabajadas en computadora, que nos muestra las Torres de Nueva York que, una vez impactadas por los aviones, arden como un enorme mechero; cada una de las tres fotografías se acompaña con los textos  que transcribo a continuación:

1. Texto junto a las torres: “2.863 muertos”. Junto al hombre: “40 millones de infectados en el mundo”. “El mundo unido contra el terrorismo”. Debería hacer lo mismo contra el sida.

2. Texto junto a las torres: “2.863 muertos”. Junto al niño: “824 millones de personas desnutridas en el mundo”. “El mundo contra el terrorismo”.  Debería hacer lo mismo contra el hambre.

3. Texto junto a las torres: “2.863 muertos”. Junto al hombre: “630 millones de indigentes en el mundo”. “El mundo contra el terrorismo”. Debería hacer lo mismo contra la pobreza. Sea usted solidario. Colabore, ayude, done, ampare.

Cuarenta millones con sida, ochocientos veinticuatro millones de personas desnutridas y seiscientos treinta millones de indigentes son números que espeluznan, que claman al cielo, que obligan a detenerse y pensar sobre qué nos pasa a los terrícolas; cerca de mil quinientos millones de seres humanos –entre indigentes, infectados de sida y desnutridos– sufren las consecuencias de su miseria todos los días. Lo cuerdo y lo sensato debiera ser que los pueblos del orbe se unan para luchar en favor de esta desafortunada gente, pero no, a estos se los abandona, se los relega y el mundo, ahora capitaneado por la gran potencia del norte, sale a vomitar sus armas en contra de quienes él cree que son los terroristas, sin comprender que quizá todos somos de verdad terroristas porque permitimos el crecimiento de la pobreza, toleramos la desnutrición y vemos impávidos el crecimiento del sida en el mundo. ¡Cuánto dinero se gasta en guerras y en la seguridad de los pueblos y ciudades del mundo! Lo que pasa es que a las potencias mundiales no les interesa la salud ni la paz del mundo; lo que ellos persiguen es aniquilar a quienes pueden poner en peligro su poder o restarles ingresos económicos o quitarles la hegemonía sobre algo que detentan.

El mundo de comienzos del siglo XXI nos demuestra lo poco que la humanidad ha caminado hacia la sensatez, la solidaridad, la equidad, porque se nos muestra en extremo egoísta, veleidoso y ambicioso; las urgencias de buena parte de la humanidad no son las preocupaciones de los conductores de los hilos diplomáticos y políticos del universo. Estoy convencido de que la caída del muro de Berlín en lugar de traernos la fórmula precisa para buscar una paz duradera, se ha convertido en el pedestal donde se exhiben la soberbia, la prepotencia, la inhumanidad.