Uno de los objetivos de la Estrategia Farmacéutica de la OMS 2004-2007 es la racionalización del uso de medicamentos, tanto por parte de los médicos que recetan o prescriben, cuanto también por parte de los consumidores.

La experiencia de la Organización Mundial de la Salud es que hay cierto grado de desperdicio y hasta de derroche de medicamentos, que repercute en la economía de la institución y puede limitar las adquisiciones. El uso racional se basa en el principio del costo/eficiencia, es decir, utilizar el medicamento de menor costo pero de eficiencia comprobada.

El uso racional depende también de otros factores. El primero es el diagnóstico acertado de la enfermedad, de lo contrario no va a practicarse el tratamiento más conveniente, se van a desperdiciar los medicamentos que le ofrece la institución, en el caso de las unidades del Ministerio de Salud o el IESS.

Estas instituciones disponen de textos que aseguran el tratamiento más eficaz, indiferentemente de su precio. Por desgracia, esto no sucede siempre. Hay médicos que tienen el prejuicio que, además, contagia al paciente, de que la institución tiene los medicamentos más baratos y por consiguiente los menos efectivos. No es raro que el propio profesional diga al paciente que le gustaría recetarle un “mejor” medicamento, pero que no tiene la institución porque es más caro.

El concepto de racionalidad terapéutica es aplicable también a la práctica privada. ¿Por qué hacer gastar más al paciente? El problema está en que el médico privado carece de los medios para saber cuál medicamento es el más eficaz y el menos costoso. Está bombardeado por las informaciones de los visitadores médicos que, cada uno, promueve los productos de su laboratorio, como los mejores. Casi nunca pregunta el precio y el paciente no tiene cómo saber la relación costo/eficacia.

El Ministerio de Salud de nuestro país, según se me ha informado, está editando el Cuadro Básico de Medicamentos, actualizado, en varios miles de ejemplares para que puedan llegar no solo a los propios médicos tratantes sino a un buen número de privados. Es una decisión muy útil y plausible.

Otro de los tantos aspectos de la irracionalidad del uso de medicamentos es la exagerada creencia que las vitaminas son tan milagrosas para todo. El Ecuador es un país que haría creer a instituciones extranjeras que toda su población vive en avitaminosis. Es uno de los países que, proporcionalmente, es el mayor consumidor de vitaminas. En realidad se trata de un derroche. Cada vitamina es una maravilla para el tratamiento de cada deficiencia. No hay madre de familia que al terminar la consulta de su niño, cualquiera sea su afección, no pida al médico que también le recete una vitaminita y mejor si son las más potentes.