Paulatinamente, quizás sin darse cuenta, los protagonistas en esta pugna han traspasado, en mayor o menor grado, las fronteras de la prudencia, del sentido de responsabilidad social y del respeto a las personas.

Se ha querido manosear a varios organismos del Estado, sobre los cuales se ejercen presiones de diversa índole.

Esto genera zozobra económica y deteriora la imagen y credibilidad del país y de sus instituciones.

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La tarea de los medios de comunicación es otra: informar de manera veraz y objetiva, sin la interferencia de intereses particulares y, sobre todo, sin amenazar el interés general.

Es hora de poner un alto a esta lucha estéril. La sociedad exige a los medios que protagonizan este enfrentamiento que se detengan ahora, cuando todavía están a tiempo de evitar que sus diferencias deriven en una crisis muy costosa para el país.

Por supuesto, habrá que estar pendientes para que se investiguen las denuncias que sean pertinentes y no queden en el olvido, pero que esto se haga de manera seria, a través de los organismos señalados por la Constitución y las leyes, y sin presiones de ninguna especie.