Las imágenes del rehén más reciente tomado en Iraq, destacadas en un dramático vídeo en que el británico Kenneth Bigley ruega por su vida, han dejado petrificados a los británicos, mientras los gobiernos aparecen totalmente impotentes, y vuelven a poner sobre el tapete el dilema de si habría que negociar con los terroristas.
 
Pero el ruego del obrero de construcción británico y de sus dos colegas estadounidenses asesinados provocan una nueva preocupación sobre la tremenda habilidad de los terroristas para difundir puntos de vista en la era de la internet, en la cual sus mensajes _entre los que se incluyen vídeos de decapitaciones_ circulan con total libertad.
 
Hasta el jueves, Bigley y su angustiada familia eran figuras ampliamente conocidas en Gran Bretaña, protagonistas _junto con el secretario de relaciones exteriores Jack Straw, que fue enviado a explicar por qué una negociación podría ser contraproducente_ en un drama desalentador manejado que es manejado con maestría por los extremistas musulmanes en el otro lado del mundo.
 
Cabe plantearse si el objetivo de los extremistas es realmente lograr la libertad de las prisioneras iraquíes en cárceles bajo el control estadounidense, tal como exigen aunque son conscientes de que ello es altamente improbable.  Acaso quieren demostrar en Occidente que la ocupación de Irak está zozobrando?  O quizás tengan intenciones más ambiciosas, como acentuar el choque entre las civilizaciones oriental y occidental?
 
De cualquier manera, su intención es provocar el horror y la desesperanza, que han cobrado grandes dimensiones. 
 
Las estaciones británicas de televisión transmitieron reiteradamente la desesperada plegaria de Bigley, de cabello cano _en el que se destaca el clamor de   no quiero morir _en el cual le pide al primer ministro Tony Blair que acceda a las exigencia de sus captores. 
 
Las imágenes del vídeo también dominaban las primeras planas. 
 
Craig Bigley, el hijo del rehén, le pidió con voz firme a los secuestradores que mostraran piedad y dejaran libre a su padre. Su esposa desde Tailandia también pidió en vídeo, que se le perdonara la vida. 
 
La familia Bigley se presentó públicamentes días después que el público se enteró de las decapitaciones de sus dos colegas estadounidenses, Eugene Armstrong y Jack Hensley _ que fueron colocados en la Internet, en sitios islámicos y en otros, con la aparente intención de provocar indignación, curiosidad y para horrorizar a los curiosos. 
 
La internet también ha sido usada en los últimos años para difundir atribuciones de responsabilidad de actos terroristas, para hacer exigencias o lanzar amenazas y en muchas otras maneras. 
 
Mientras las principales cadenas de televisión decidieron no transmitir los vídeos, las imágenes de éstos, que fueron publicadas en las primeras planas de los diarios y difundidas por los noticieros, describen explícitamente qué sucedió con las víctimas. De tal manera que las personas que no deseaban ver las imágenes en la Internet estaban expuestas a ellas, indirectamente. 
 
La Internet permite que los terroristas sorteen a los editores noticiosos y que influyan en los sucesos al crear directamente un melodrama que puede influenciar en las emociones del público en general, indicó Magnus Ranstorp, director del Centro para el Estudio del Terrorismo y la Violencia Política de la Universidad de St. Andrews, en Escocia. 
 
Eso era claro en la reacción de las calles de Londres el jueves, donde la gente decía que estaba horrorizada por la crisis de los rehenes pero se inclinaba a darle la razón al gobierno de Blair, de que no tenía sentido negociar con los terroristas. 
 
La toma de rehenes para presionar a los gobiernos no es nada nuevo, por supuesto. 
 
En la década de 1980, los extremistas islámicos en el Líbano utilizaron a los rehenes occidentales, tales como al británico Terry Waite y al estadounidense Terry Anderson como factores para negociar con fines políticos. Pero fueron mantenidos vivos. 
 
Desde mayo, los insurgentes han decapitado a por lo menos ocho extranjeros en Irak.