Eso de que un gobierno ofrezca circo al pueblo es una práctica común en muchos países. Pero solo en el nuestro (“solo acá”, como dice la propaganda de una marca de gaseosas) es el propio Presidente de la República, disfrazado y todo, en cadena nacional de televisión y todo, el que toma a su cargo la ejecución de los números cómicos. En la cadena de esta semana hubo dos de ellos.

En el primero, Lucio Gutiérrez aparece trotando por el bosque, en medio de un grupo de guardaespaldas en estricta formación de escuadra. Se detiene ante la cámara y, sin dejar de marchar sobre su propio terreno, se dirige a los ecuatorianos con los gestos imperativos y marciales de un instructor de educación física. Viste una camiseta de la Selección de Fútbol que, en lugar de atenuar el saborcito castrense de la escena, lo incrementa por simple contraste: el Presidente ni siquiera se ha detenido a mirar cómo trotan los civiles a los que se dirige y quiere parecerse. Es la situación humorística químicamente pura.

En cuanto al mensaje presidencial, se trata de una invitación a vivir una vida sana, lejos del alcohol y de las drogas: “¡Joven! ¡Suda por la Patria!”, arenga Gutiérrez en el clímax de su patetismo. Después de reírme, me pregunto qué tiene que ver esto con la rendición de cuentas.

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En el segundo número, aparece el Presidente entre papas, cebollas y tomates, aceite, pan y arroz, vestido como para ir al mercado, con los pantalones subidos por encima del ombligo, las mangas de la camisa arremangadas y ¡un libro bajo el brazo! Me parece entender que acaba de hacer las compras y ahora va a la escuela, con una sonrisa de oreja a oreja, al grito de “¡estamos avanzando!”.

Si las cadenas nacionales de televisión de la era Iván Oña van a ser todas como la de esta semana, los ecuatorianos tenemos diversión asegurada por un rato. Al menos los lunes.