Migraciones desde una óptica de paz

La jornada del Emigrante y el Refugiado ofrece este año la oportunidad de reflexionar sobre un argumento que se ha hecho particularmente importante.

Por desgracia nos estamos acostumbrando a ver la peregrinación desconsolada de los desplazados, la huida desesperada de los refugiados, el desembarque de emigrantes en los países más ricos, en busca de soluciones para sus muchas exigencias personales y familiares.

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Crear condiciones de paz, en lo que concierne a los emigrantes y refugiados, significa comprometerse seriamente para salvaguardar ante todo el derecho a no emigrar, es decir, a vivir en paz y dignidad en la propia patria.

¡Nadie puede quedar indiferente ante las condiciones que experimentan columnas enteras de emigrantes! Se trata de gente a la merced de los acontecimientos, que cargan a sus espaldas situaciones con frecuencia dramáticas. Los medios de comunicación transmiten imágenes impresionantes y en ocasiones aterradoras. Se trata de niños, jóvenes, adultos y ancianos con rostros demacrados y con los ojos henchidos de tristeza y soledad.

Con esta certeza, invito a cuantos están involucrados en el gran sector de las migraciones, a ser agentes de paz. Rezo especialmente por ellos, mientras invoco la maternal intercesión de María Madre del Unigénito Hijo de Dios hecho hombre, a todos y a cada uno envío mi bendición.

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Juan Pablo II