Simultáneamente Isabel Allende y Marcela Serrano presentaron sus nuevas obras en estos días en Chile. Pero hay otras coincidencias entre ambas narradoras, que han logrado ser éxito de ventas en el mundo.

Mientras Chile continúa celebrando el éxito internacional obtenido por sus tenistas olímpicos, de manera callada Isabel Allende y Marcela Serrano presentaron en estos días sus obras en Santiago, ciudad que es punto de partida para estas mujeres convertidas en seguro éxito de ventas en el extranjero.

Ambas son mujeres, chilenas y escritoras. Ambas han recibido la entusiasta acogida del público de distintos países, a la par que poco halagadoras críticas, en especial de los grupos intelectuales de su país, que piensan que su éxito está más ligado al marketing que a la calidad. Sus nombres son Isabel Allende y Marcela Serrano, que en estos días presentan sus nuevas novelas.

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Allende, ex periodista, se caracteriza por su desenfado y el agudo sentido del humor en sus declaraciones, y por reconstruir la memoria familiar y de su país a través de sus libros. Ella publicó El bosque de los pigmeos, con la cual cierra su trilogía de obras dedicadas a público infantil y juvenil.

Dolida por la larga dictadura que asoló a su país, convencida de que la mujer debe tomar las riendas de su destino, Serrano, en el 2001 finalista del Premio Planeta de novela, propone en sus obras una exploración de la interioridad femenina. Sus personajes son con frecuencia mujeres profesionales, triunfadoras en el plano laboral, desdichadas en el afectivo, que buscan reconciliarse con sí mismas. Su nueva obra se titula Hasta siempre, mujercitas.

A más de presentar sus nuevas obras recientemente, de haber vivido, hace años, la experiencia del golpe militar de Pinochet y de empezar a escribir casi al llegar a los cuarenta años, las coincidencias entre Allende y Serrano son múltiples.

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Allende, la autora de El reino del dragón de oro, presentó su novela El bosque de los pigmeos, el último tomo de una trilogía donde narra las aventuras de Jaguar y Águila en una tierra exótica, poblada de espíritus y seres misteriosos. Por su parte Serrano, autora de Antigua vida mía, trae ahora Hasta siempre, mujercitas, una  novela sobre el deseo, el destino, la felicidad y el engaño, en la que la autora revisita el clásico Mujercitas para descubrir la dimensión siempre presente de aquello a lo que no se puede renunciar.

Simultáneamente las autoras presentaron en estas semanas sus nuevas obras, pero hay otras coincidencias. Ambas viven en el extranjero, reconocen tener influencia de la literatura anglosajona y han sido traducidas en varios idiomas. Otro aspecto en común es tener en sus textos temas recurrentes como el exilio y los paisajes del sur de Chile. Además, se definen como de izquierda y socialistas.

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Curiosamente ni Serrano ni Allende  cuentan con el reconocimiento de la crítica de su país natal. “En ningún otro lado me atacan como en Chile”, ha dicho Allende quejándose de algunos titulares de prensa, mientras Serrano mira por debajo los comentarios y asegura: “La élite chilena es muy chica y promiscua” refiriéndose al mundo de los intelectuales.

Sin embargo, el poco reconocimiento de sus pares no las asombra. Gabriela Mistral, única mujer latinoamericana que ha ganado el Premio Nobel de Literatura, primero obtuvo el máximo galardón a las letras internacionales y posteriormente recibió en Chile el Premio Nacional de Literatura. Ni Allende ni Serrano han recibido aún este premio chileno a pesar de que sus obras son leídas en varios continentes, e incluso han sido llevadas al cine como  La casa de los espíritus, de  Allende y Antigua vida mía, de Serrano.
 
Mirada de mujer
“Leer a Marcela Serrano es como asomarse a los ojos de todas las mujeres del mundo”, ha dicho el escritor español y académico de la lengua Arturo Pérez-Reverte. Y aquí se llega a otro punto en común entre ambas autoras: el haber escrito sobre mujeres y poner personajes femeninos como protagonistas en el medio literario, cerrado círculo donde los hombres tenían en la mayoría de casos la voz cantante.

No obstante, esta elección de escribir sobre el mundo que ellas conocen les ha traído consigo el ser encasilladas en la narrativa femenina. “Ese es otro invento de los hombres”, asegura Serrano, explicando que los hombres son los que han hecho la literatura, por eso se mantenían en el centro y las mujeres al margen; “pero cuando ven que las mujeres estamos llegando al centro se inventan lo del subgénero de literatura femenina, como otra manera de descalificarnos”, argumenta.

Isabel Allende no fue a la escuela de Periodismo pero ejerció de periodista y fue el propio Pablo Neruda quien le sugirió mejor se dedicase a la literatura. El consejo fue directo y muy poco diplomático, según recuerda ella en su libro Paula: “Usted debe ser la peor periodista de este país, hija. Es incapaz de ser objetiva, se pone al centro de todo, y sospecho que miente bastante, y cuando no tiene noticia, la inventa. ¿Por qué no se dedica a escribir novelas mejor? En la literatura esos defectos son virtudes”.

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Serrano, en cambio, estudió arte, se licenció en grabado y se dedicó por años a la pintura.  Es decir, ninguna de las dos novelistas nació con la idea de ser escritora, la literatura les llegó de casualidad. Allende estaba exiliada en Venezuela, después del golpe militar donde murió su tío Salvador Allende; sin trabajo como periodista quiso escribir a su abuelo agonizante una carta que sabía él no iba a alcanzar a leer. Con esta crónica familiar nació La casa de los espíritus.

Serrano comenzó a escribir una historia a sus amigas pensando luego fotocopiarla y entregársela exclusivamente a ellas; así surgió en 1991 Nosotras que nos queremos tanto, su primera novela.
Otro detalle en común es que ellas se dedicaron a escribir de manera exclusiva casi al acercarse a los 40 años. Ahora están radicadas junto a sus esposos en un país que no es el suyo. “A Willi lo conocí en el 87, tuve la suerte loca de encontrar al último heterosexual soltero en San Francisco”, dice divertida Allende. Serrano vive en México con su esposo, Luis Maira, embajador de Chile en ese país.

A Chile lo toman como punto de partida para presentar sus obras y desde ahí parten de gira a Europa y América adaptándose al marketing editorial que es parte del mundo literario. “Si pudiese, no diera entrevistas porque un escritor debe escribir y no estar hablando de sus obras”, dice Serrano.

Tal vez para ellas no sea tan agradable cumplir con giras y viajes para asistir a ferias de libros y firmar autógrafos, como lo tienen que hacer en los próximos meses para promocionar sus recientes novelas. Sin embargo, cientos de sus lectores las siguen a los actos  públicos que ellas presiden, quizás como una oportunidad para tener un acercamiento con estas autoras.  Muchas son las coincidencias entre ambas, las cuales pueden ser pauta para quienes quieren seguir sus pasos, pero en el caso de estas novelistas latinoamericanas es el talento narrativo el que tiene la última palabra. Y punto.