Cuánto añoro aquellas tardes de los miércoles cuando cinco ánforas, cada una conteniendo diez fichas numeradas del cero al nueve, esperando que cinco niños impecablemente vestidos introdujeran sus manitas en el interior de ellas, y sin mirar adentro, escogían al azar cinco números que daban inicio al sorteo semanal de la Lotería Nacional regentada por la Junta de Beneficencia de Guayaquil.

A su alrededor, para garantizar y ser testigos de la rifa, se encontraban sus directivos y los delegados de la Intendencia; se repetían las suertes vueltas a jugar cuando el número premiado no se había vendido. En España aún conservan esa participación directa infantil; ojalá nuestra histórica Lotería nos vuelva a ofrecer ese nostálgico placer.

Clemencia B. Maldonado Mera
Guayaquil