En una ceremonia donde la alegría fue lo principal, los alumnos de la institución festejaron el acto.

La mañana de ayer Carlos Rogelio Cabanilla (19) se levantó emocionado y con un ánimo que no le cabía dentro de su habitual sonrisa. Su padre, Carlos Cabanilla (44) recuerda que cuando fue a despertarlo a las 06h00, como cada día cuando tiene clases en Fasinarm, la prisa lo dominaba y lo impulsaba a salir corriendo para convertirse en el nuevo abanderado de esta institución.

Pero mucho antes, cuando este momento estaba lejano, Carlos Rogelio ya pensaba en cómo sería aquel día, por esa razón empezó una preparación en la que no faltaron las invitaciones para familiares y amigos, ya que él quería compartir con todos su felicidad.

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El viaje desde su casa ubicada en la urbanización Guayaquil Tenis, kilómetro 4 1/2 de la vía Samborondón, hasta  Fasinarm, Colinas de los Ceibos (Av. Leopoldo Carrera Calvo y calle 16), resultó largo, no solo por la distancia. También estaban en el aire todas las sensaciones y emociones que Carlos Rogelio no deseaba, ni podía disimular.

Antes de las 09h00  empezó a llover, pero no en forma abundante, más bien era ese tipo de llovizna que siempre incomoda y que provoca que todos se pongan inquietos.

Pero la inquietud de este joven no estaba puesta en el clima, para él todo estaba encaminado hacia el momento en que la Lcda. Malena Bonilla de Crespo, directora de la Unidad Básica Educativa Fasinarm, pusiera en sus manos la bandera del Ecuador.

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Todos los minutos que pasaron hasta ese instante transcurrieron en un ambiente intenso y emotivo. Los chicos que se educan en Fasinarm, profesores, autoridades educativas y las personas que coparon las gradas de la institución participaron de un acto que más parecía una fiesta familiar.

Al ritmo de los cadetes de la banda de guerra del colegio Almirante Illingworth ingresaron primero los estudiantes, luego los abanderados del 2003 y a continuación quienes heredaron el honor de llevar los emblemas del Ecuador, de Guayaquil y de Fasinarm.

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Marchando llegaron Carlos Rogelio acompañado de sus escoltas Alejandra Cedeño y Alba Rodríguez, vinieron luego María Gabriela Paredes junto con Abel Caicedo y Carlos Burbano, seguidos por Luis Alfredo Vera, Félix Salazar y Paola Saritama.

Todos envueltos en una sonrisa que era algo más que una muestra de felicidad. Era una sonrisa que abarcaba el reconocimiento del esfuerzo en sus tareas y, como dijo la Dra. Aracelly Consuegra de Ortiz, subsecretaria Regional de Educación, era la confirmación de sus virtudes cívicas y morales, que servirían como ejemplo para todos sus compañeros en el futuro.  

Cuando llegó el momento de la entrega de las bandas y los acuerdos donde se reconocía públicamente la distinción de los abanderados, los rostros de los elegidos se llenaron de un brillo en el cual también se envolvieron los asistentes, los aplausos llegaron de cada rincón del patio de Fasinarm, mientras la lluvia se hizo algo imperceptible.

Vino el juramento colectivo y luego el individual. Carlos Cabanilla agradeció en representación de todos los padres por la ceremonia y compartió la alegría que representa para su familia tener a Carlos Rogelio en sus vidas.

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Luego llegó el tiempo de los abrazos y de las fotos, en tanto José Eduardo Cabanilla, con sus 4 años corría por el patio para felicitar a su hermano, le siguieron la abuelita Leontina León, su madrastra María Carolina Coello y todos los compañeros que deseaban estrecharlo. Después todos marcharon a casa de la abuelita para brindar y reír juntos.