Quienes nos criamos en la hoy parroquia San José de Ancón, antes campamento minero, observamos con asombro e indignación la desatención de la que es objeto, a pesar de que ha contribuido mucho al desarrollo del país a través de la explotación petrolera, la educación y el deporte.

En Ancón es notoria la escasa actividad comercial y otras fuentes de trabajo; la mayoría de sus calles están sin pavimentar; no existen bibliotecas públicas, lugares verdes de recreación, servicio de desalojo de aguas lluvias. Además, las edificaciones para vivienda, educación, deporte y comercio de estilo europeo, construidas por los ingleses hace más de 60 años, se encuentran deterioradas por falta de mantenimiento.

El Hospital del Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social (IESS) no cuenta con centros especializados para tratamiento de graves o crónicas enfermedades, como de corazón, diabetes, cáncer; razón por la que los jubilados y afiliados cuando requieren esas atenciones son enviados a las unidades médicas del Seguro Social en Guayaquil, con el consiguiente gasto de traslado, residencia y alimentación para sus familiares; que en la actual crisis les resulta casi imposible de cubrirlo.

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Para quienes viven en poblaciones cercanas a Chanduy, les es oneroso llegar hasta el hospital, porque viajan por la vía de Santa Elena, costo que se reduciría en más del 50% si se rehabilitara la carretera Chanduy-Ancón.

Ante los derechos que le asisten a nuestra parroquia, el Seguro Social, el Municipio de Santa Elena, la Prefectura, deben coadyuvar con obras por el bienestar socioeconómico de la población; y que el gobierno central dé las utilidades del petróleo y asigne permanentemente recursos, para la conservación de los patrimonios de Ancón.

Eco. Héctor Villón Mateo
Guayaquil