Las banderas ondeaban ayer a media asta en Rusia, en el primero de los dos días de luto nacional decretados por el gobierno por los 338  muertos en el secuestro por parte de supuestos rebeldes chechenos de una escuela en Beslán.
Además 428 personas estaban hospitalizadas y 260 desaparecidas. 31 secuestradores murieron.

Las autoridades apelaron a la calma en el Cáucaso, volátil región en la que se mezclan grupos étnicos y religiosos con odios antiguos, mientras la indignación crecía en medio del dolor con los primeros sepelios de las víctimas: “Si veo un checheno o un ingush, lo mataré, o a su madre, o a su hijo”, dijo un joven que buscaba a su hermana desaparecida.

Madres desconsoladas lloraban mientras los entierros comenzaban el domingo en un descampado del tamaño de un campo de fútbol convertido en cementerio.

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El dolor fue visible en el funeral de Alina Khubechova, que celebró su undécimo cumpleaños el día antes de que los rebeldes tomaran a más de mil personas como rehenes en la escuela. Sus padres se aferraban a una fotografía de la niña con cintas blancas en su pelo castaño.

Entre las primeras víctimas enterradas figuraron Zinaida Kudziyeva, de 42 años, y su hija de 10 años Madina Tomayeva, que murieron al quedar entre los atacantes y las fuerzas rusas.

Además de flores y fotos de los niños fallecidos, botellas de agua acompañaron a los ataúdes, para recordar que, privados de agua por sus secuestradores, los niños permanecieron desnudos y bebieron su propia orina en el sofocante gimnasio.

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