Los analistas políticos están enfrascados en el intento de predecir quién ganará las elecciones en Estados Unidos: Kerry o Bush. Yo, que nunca he sido buen gurú político prefiero preguntarme qué sucederá si gana el uno o el otro.

¿Qué ocurrirá si gana George Bush? Para entenderlo hay que hacer un poco de historia. Estados Unidos ha vivido tres grandes revoluciones democráticas, al ritmo de una por siglo: la guerra de independencia en el siglo XVIII, la guerra de secesión en el siglo XIX y el movimiento por el derecho de los negros en el siglo XX. Si ustedes lo desean, podrían agregar una cuarta: el derrumbe de las sangrientas dictaduras estalinistas, que para el pueblo norteamericano fue un triunfo tan suyo como las otras tres.

Como resultado, las libertades civiles han alcanzado en la Unión Americana un estatus que no existe en otras naciones. Sé bien que Estados Unidos no es un paraíso, pero la libertad de prensa, de expresión, de reunión y de circulación han superado allí fronteras que en cambio son firmemente custodiadas incluso en la liberal Europa y no digamos en nuestra intolerante América Latina.

Si ganase Bush habrá recibido respaldo un proyecto descarado de transformar este sistema político para convertirlo en un régimen autoritario. De esto ha habido varios intentos (McCarty en los años cincuenta, Nixon en los setenta, Reagan y Bush padre en los ochenta) pero fracasaron. La lucha contra el terrorismo que, por supuesto, existe y es real, es la justificación que Bush encontró para este nuevo intento de acallar a los protestones como The New York Times, Michael Moore o los sindicatos controlados por el Partido Demócrata y gobernar sin restricciones en beneficio de las grandes corporaciones.

El meollo de la estrategia de Bush no radica en su política internacional sino en su política doméstica, aunque, por supuesto, ambas están vinculadas. Porque si Estados Unidos se encaminase definitivamente hacia una restricción de las libertades civiles, las consecuencias las pagará el mundo entero. Y allí termina mi capacidad de análisis. ¿Se animará Bush a ocupar otras posiciones en el Medio Oriente para controlar la producción de petróleo? ¿Invadirá Cuba o Colombia? ¿Lanzará una bomba atómica sobre Corea del Norte? No lo sé, pero me he vuelto un pesimista político y tampoco lo descarto.

¿Y qué ocurrirá si gana Kerry? La política es como la física: le tiene horror al vacío. La derrota de Bush, más que el triunfo de Kerry, implicaría que el gobierno y el estado más poderosos del mundo reconocen su fracaso y cambian de orientación, lo que despertará vientos y tormentas de toda clase. Hoy, Estados Unidos es una casa dividida. Linda Ronstadt, la conocida cantante de los años setenta, le dedicó su último concierto a Michael Moore: la mitad del escenario se levantó para insultarla y la otra mitad permaneció en sus asientos aplaudiéndola a rabiar. En Washington, Nueva York o San Francisco se considera de mala educación hablar de política porque la conversación podría terminar a golpes. Y ya Abraham Lincoln nos recordó lo que dice la Biblia: Una casa dividida perecerá. Por eso Kerry se está esforzando para dar la impresión de que su triunfo no será sinónimo de una derrota del mayor poder del mundo.

De estos dos escenarios, ¿cuál es el que más nos conviene? Le daré un chupete al que sepa la respuesta.