De paso por provincias de la región Oriental del Ecuador pude observar que el trabajo vial es intenso; como que se quisiera recobrar el tiempo perdido.
Comentaba con amigos: si las provincias orientales no acortan en estos años la distancia que las separa, también en carreteras de la Costa y de la Sierra, crecerá la frustración. Con otro Presidente de la República continuarán como ricas sí, pero privadas de lo indispensable.

De acuerdo a la “cultura de derechos”, que se respira en provincias, cantones y parroquias, no queremos mirar sino nuestras aspiraciones, para las cuales faltan y faltarán recursos. De acuerdo a esta cultura centrada en lo económico, siendo mío lo mío y lo tuyo también, nos negamos a descubrir y comparar la suma de nuestros aportes al país con la suma  de los bienes recibidos de él; así podemos seguir declamando que estamos postergados.

De las provincias orientales fluye desde los años 70 aproximadamente la mitad de los recursos económicos del país, sin embargo, en comparación con los ecuatorianos de la Costa y de la Sierra, los orientales tienen menos agua potable, menos vías, menos escuelas y colegios, menos hospitales; menos electricidad.
Como compensación, tienen más polución en tierras y ríos y más enfermedades.

En este contexto hay que entender algunas resoluciones del VIII Congreso del Pueblo Huaorani, realizado en Toñampari. Algunos colonizadores europeos ofrecieron a indígenas espejos y otros objetos brillantes sin valor, a cambio del oro, la plata y de las tierras.

Los huaorani han descubierto el engaño en la propia experiencia. “Las compañías que están ahora entraron con engaños, pero ya no más”. Parecería que se encierran en sí mismos y que no aceptarán nuevas explotaciones, pero su negativa a aceptarlas no es absoluta; ellos lo que reciben son 600.000 dólares para la organización, casa comunal, motores para canoas, plantas de luz, trabajo ocasional y, de vez en cuando, quintales de arroz, comparan con el daño causado por las compañías petroleras a la naturaleza y a su cultura: destruyen los bosques, contaminan los ríos; para ingresar, dividen las etnias o pueblos indígenas con regalos; “después los regalos llegan solo cuando hay derrames”. “Hoy decimos no a la funda de arroz o azúcar”.

Aceptarán nuevas explotaciones, pero en condiciones diversas, “previa consulta a toda la nacionalidad”. Es obligación irrenunciable, pero no fácil de realizar, la de acordar las nuevas condiciones de explotación.

Esta obligación no consiste en aumentar los regalos, consiste en mejorar radicalmente los métodos de explotación y, sobre todo, en acordar con los pueblos indígenas un plan de desarrollo humano, que les permita integrarse con igualdad de oportunidades y sin perder sus valores en el concierto nacional. Esta no es tarea de las compañías explotadoras; es tarea de gobernantes y de pueblos indígenas, gracias también, a una distribución equitativa de los recursos.

Los pueblos indígenas son tan ecuatorianos como los guayaquileños y quiteños.
Imaginemos lo que ellos exigirían si el petróleo brotara en su territorio.