"No hay nada, nada que reconstruir", dice W.T. Shoultz, de 67 años,  observando con angustia los restos de lo que una vez fue su casa.
 
Mientras hace fuerza para contener las lágrimas, lanza: "la vida debe  seguir".
 
Shoultz volvía a Fort Pierce, en el sureste de Florida, después de haber  evacuado la zona golpeada por el ciclón Frances que tocó tierra el sábado.
 
A su alrededor sólo ve devastación. Su comunidad de casas rodantes fue una  de las más afectadas por la tormenta, que avanzaba por el Estado luego de haber  golpeado la costa este.
 
Lo único que se mantiene en pie es un cartel que da la bienvenida a los  visitantes a "Pleasure Cove, una comunidad de retiro de adultos mayores  activos".
 
Al menos una de las casas rodantes terminó en un canal, otras quedaron  despedazadas, sin techos o sin paredes.
 
Y todos están bien conscientes de que otra tormenta devastadora podría  estar en camino, con el huracán Ivan a miles de kilómetros de distancia, pero  en dirección a la costa estadounidense.
 
"Ni me hablen de Ivan", dice Shoultz, con voz entrecortada.
 
Uno de sus vecinos, Lee Childress, de 74 años, dice que duda que pueda  sobrevivir el golpe de otro huracán similar.
 
"Ni siquiera tengo seguro", indica, agregando que al igual que muchos de  los que residían en la comunidad de jubilados, él vive con ingresos muy  limitados.
 
En un vecindario cercano, de hogares humildes, Maria Morales, de 44 años,  acuna el bebé que tiene en brazos, pero llora al mirar su hogar destruido que  compró hace sólo dos meses.
 
"¿Qué hacemos ahora?", pregunta, mientras mira las líneas de electricidad  caídas, los árboles derrumbados y las paredes rotas.
 
Ella también acaba de regresar a su hogar luego de refugiarse en un hotel  al norte del Estado, donde ocupó un pequeño cuarto junto a 13 miembros de su  familia.
 
Uno de sus primos que vive cerca de allí la ayuda a recoger sus cosas. En  su propio hogar no hay nada para recoger, ya que fue arrasado por el agua.
 
Al igual que cientos de miles de personas en la región, el hogar en el que  Morales vivía con su marido, cuatro hijos y dos sobrinos, no tiene electricidad  ni agua potable.
 
"Es particularmente difícil para el bebé. Sin aire acondicionado, el calor  se vuelve insoportable", dice Morales, oriunda de Michoacan, México.
 
Todo esto también significa que Morales, quien trabaja desde su casa como  costurera, no podrá retomar su tarea.
 
Las compañías eléctricas anunciaron que podría tomar semanas restaurar la  electricidad en las zonas afectadas.
 
La reconstrucción se complicó aún más por el hecho de que numerosos equipos  de emergencia todavía no terminaron con su tarea posterior al huracán Charley,  el mes pasado.
 
La ayuda humanitaria empieza a llegar y se desplega en caravanas de  camiones con generadores, agua y hasta baños químicos en las zonas más  afectadas por Frances.
 
Los primeros envíos de gasolina también llegaron, para permitirle a los  residentes de Florida volver en coche a sus hogares.
 
Pero en algunas gasolineras, cientos de vehículos esperan, mientras la  Policía y la Guardia Nacional dirigen el tráfico.
 
Los equipos de socorro retiran árboles enormes, semáforos rotos y otros  restos que obstaculizan las calles.