El martes 31 de agosto, Manuel Maldonado y Silvia Fabara, conductores de la edición de medianoche del ‘Noticiero Uno’, mantuvieron el siguiente diálogo a propósito de una denuncia llegada a su buzón electrónico:

FABARA.- En la ciudadela Sopeña, los moradores solicitan a la Policía que por favor se haga presente en esta tierra de nadie. Están invadidos de ladrones hasta el cuello e inclusive nos afirman que los moradores se están armando hasta los dientes para repeler a los delincuentes. ¿Qué te parece?

MALDONADO.- Es la desesperación de la gente. Eso no es justificable porque puede generarse una actividad sangrienta, pero es la desesperación de la gente.

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FABARA.- Pero Manuel, a pesar de que la Policía trata de salir adelante, trata. Pero ni siquiera tiene el mismo armamento que la delincuencia.

MALDONADO.- Es que no se toma en serio la seguridad. Y fíjate, ahorita que estamos en campaña electoral están dedicados a la politiquería. Y los problemas populares, los auténticos, están descuidados… Las autoridades, los políticos y los funcionarios están dedicados a otras cosas. Y la ciudadanía, en manos de la delincuencia.

FABARA.- Imagínate lo que podría suceder si toda la gente actuara de esa manera.

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MALDONADO.- Vamos a llegar a colombianizarnos…

Palabras parecidas se dejan escuchar todos los días en los segmentos de la comunidad de todos los canales. Reflejan un estado de ánimo ante lo que la televisión percibe como una situación de violencia incontenible, donde la inseguridad y el abandono solo dejan abierta la alternativa (reprochable) de la autodefensa. Este estado de ánimo no necesariamente coincide con una posición explícita. Fabara y Maldonado, por ejemplo, desaprueban expresamente la opción de la autodefensa (“no es justificable”, “imagínate lo que podría suceder”, “vamos a colombianizarnos”, etcétera) pero la sensación predominante, implícita, es de fatalidad: la autodefensa está en camino de ser inevitable.

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¿Cómo se comunica este mensaje? Analicemos el texto. Lo primero que llama la atención es la falta de noticia. Lo único que tenemos es un mensaje electrónico que contiene una demanda (protección policial) y algo que podría interpretarse como una velada amenaza (la gente se está armando). Pero ¿qué ocurre en la ciudadela? ¿De qué clase de delitos se habla? ¿De cuántos? ¿Qué dice la Policía? ¿Existen denuncias? Se nos pinta un retrato de la ciudadela Sopeña sin un solo dato tomado de la realidad. Sin embargo, no por impreciso ese retrato deja de ser impactante.

Si no contiene información alguna ni se refiere a información alguna, pero impacta, entonces no es periodismo, es literatura. Veamos:

¿En qué consiste el problema de inseguridad de Sopeña? En que “están invadidos de ladrones hasta el cuello”. ¿Qué hacen los vecinos frente a eso? Se arman “hasta los dientes”. ¿Cuál es el resultado? Que la ciudadela se ha convertido en “tierra de nadie”. “Hasta el cuello”, “hasta los dientes” y “tierra de nadie” son figuras literarias, es decir, manipulaciones del lenguaje con fines retóricos, desviaciones conscientes del sentido de las palabras, que no deben ser tomadas al pie de la letra. “Hasta el cuello” es una metáfora equivalente a “estar hundido”.
Armarse “hasta los dientes” es una hipérbole, es decir, una exageración de rasgos.
“Tierra de nadie” sugiere la imagen más fuerte. Esta figura, que pertenece al grupo de las llamadas “patéticas”, recibe el nombre de execración y se define como una maldición o fórmula condenatoria que lleva implícita una autoridad divina. Las figuras literarias no informan, crean un clima y sugieren una imagen, es decir: inducen a la imaginación. En periodismo, su uso es completamente lícito mientras no se conviertan en los contenidos dominantes del mensaje informativo. Y eso es precisamente lo que ocurre en este caso.

En el discurso que entretejen Fabara y Maldonado, la figura literaria dominante es una que se denomina preterición (pido paciencia a mi lector por darle tanta lata con las clasificaciones). La preterición consiste en aparentar que se quiere omitir o pasar por alto aquello mismo que se dice. Ejemplo: “no es por insistirte pero te estoy esperando”. Maldonado dice: la autodefensa “no es justificable pero es la desesperación de la gente”. Estas palabras resumen la ambigüedad central del diálogo, que condena explícitamente la autodefensa pero dedica la mayor parte de su tiempo a encontrar razones que la justifiquen. En la medida en que esas razones se expresan en figuras de fuerte carga emocional, prevalecen sobre cualquier otro tipo de contenidos del mensaje.

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Las figuras literarias son el contenido dominante del discurso sobre la seguridad en sus dos manifestaciones televisivas: crónica roja y servicio público. En mi registro de notas encontré innumerables ejemplos, procedentes de todos los canales.

“Nadie camina tranquilo en la ciudad” o “es imposible atravesar un parque a cualquier hora del día”, son hipérboles. El hecho de que la hipérbole sea la figura más común, revela que la tendencia dominante es la exageración del clima opresivo. Esto también se consigue mediante otro tipo de figuras: “el dolor y la tragedia se respiran en el ambiente” (sinestesia); “nadie entiende, nadie explica, nadie sabe el motivo” (anáfora); “¿hasta cuándo tanto dolor?”, (interrogación retórica); “la muerte acecha en las esquinas” (personificación o prosopopeya); “Guayaquil en alerta” (sinécdoque)… Además, la ya mencionada execración, que es más común de lo que pueda pensarse.

A ellas se suman las figuras que sustentan la idea de autodefensa en la deshumanización del delincuente: “los viciosos se convirtieron en la pesadilla del barrio” (epíteto); “murieron con las manos en la masa” (metonimia); “murieron en su propia ley” (paradoja); “pagaron el precio de sus fechorías” (perífrasis); “la Policía limpió la zona de fumones” (eufemismo)… Y, para terminar, su majestad el apóstrofe, una pieza clave de este discurso. En medio del clima opresivo de violencia generalizada que prevalece en el mensaje, el periodista interpela directamente a su auditorio, en segunda persona, y lo invita a la acción: “tenga cuidado, usted puede ser la próxima víctima del hampa”.

Esto no es periodismo. ¿Dije que era literatura? Corrijo. Un ejercicio de inducción tan burdo como el descrito apenas si merece el título de panfleto.
raguilarandrade@yahoo.com