A veces las ideas que tenemos las realizan otros y en tiempos diferentes.

Siendo concejala del cantón Guayaquil en  1986, sugerí al alcalde Jorge Perrone que se hiciera una represa perpendicular a la de la entrada original a Urdesa, que  comunicaría con la avenida Carlos Julio Arosemena, mejoraría el tráfico (el puente de Las Monjas lo ha mejorado) y además se lograría tener el agua a un nivel alto, para que el lodo de esa parte no sea expuesto al sol que acelera su proceso de putrefacción; además evitaría la exposición de esos olores a la población que habita en los entornos.

Pero no obtuve la acogida necesaria por parte del Concejo por falta de presupuesto. Veo que el Municipio tiene ahora este proyecto y me alegro que finalmente se realice. Sugiero que esté terminado el sistema de recolección de aguas servidas del sector y se revisen todas las salidas de aguas lluvia, a cuyo sistema fueron conectados en algunas partes el que corresponde al alcantarillado.

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Los expertos en recuperación de cuerpos de agua siempre insistieron en la necesidad de cortar las fuentes de contaminación para que realmente las técnicas aplicables –como oxigenación, bacterias  u otras–  sean exitosas; además del proceso natural, debido a las mareas que aportan agua salada renovada, y la caída de agua que se produce gracias al diferencial de alturas entre los dos lados de la represa.

El canal que viene desde La Alborada y que desemboca al estero de Urdesa Norte tiene que ser cerrado o debe crearse una laguna de oxidación previa,  porque (como también les demostré en ese tiempo) las bombas que deben llevar las aguas servidas de esa ciudadela no funcionan como debe ser; por lo tanto, todo el rebose termina en ese canal y finalmente en ese brazo del Salado, que si se analiza el agua ahora se llamaría dulce, pues no hay la salinidad necesaria para que mantenga el nombre original y hace que cambie incluso su fauna.

Ahora se pueden encontrar cangrejos violinistas que son típicos de aguas salobres, pero no saladas. Han desaparecido las jaibas, mejillones y ostiones que existían hasta hace unos quince años.

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Rosana Vinueza de Tama
Guayaquil