Corredor auriverde es bicampeón panamericano y bronce en Atenas 2004.

Vanderlei Cordeiro de Lima, el hombre más aplaudido de los Juegos Olímpicos de Atenas porque subió al podio tras ganar bronce en la maratón después de superar el ataque de un aficionado, creció en el campo, jugó fútbol y corría por placer.

El brasileño, que cumplió 35 años durante la cita de Grecia, entró a la historia el domingo pasado después que llegó a la meta pese a que fue agredido por un ex sacerdote irlandés, Cornelious Horan, quien a 6 km del final lo agarró y empujó a un lado de la vía, donde estaban los aficionados.

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Al auriverde le faltaba poco para llegar a la meta y el agresor, que vestía una falda escocesa y boina, hizo que pierda el primer lugar en que se encontraba desde los 23 km. Pero él no guarda rencor, más bien se resigna y se siente feliz, porque ganó la presea que había buscado toda su vida. “Mi felicidad es mayor que el odio”, sentenció Vanderlei.

“A lo mejor Dios me puso a este hombre en el camino para ver lo que podía hacer y hacerme saber lo difícil que es ganar una medalla olímpica”, dijo, después de la competencia a la que llegó precedido por dos medallas panamericanas, en Winnipeg y República Dominicana,  y un triunfo en la Maratón de Hamburgo 2004. Esos logros eran “la mejor carta de presentación” del atleta brasileño, que nació en Cruzeiro D’Oeste, Paraná.

Con una estatura de 1,68 m y 54 kg de peso, el hombre que creció en Tapirá, Paraná, y que de niño trabajó en la agricultura con su padre, José, cuenta que jugaba fútbol todos los fines de semana. Pero su rapidez era tan efectiva para superar rivales al momento de hacer goles, que un profesor le hizo la propuesta de participar en una prueba atlética y a partir de allí se especializó en competencias de fondo.

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Fue así como incursionó en diferentes eventos nacionales e internacionales hasta que empezó a crecer. Su mejor etapa la experimenta hace cinco años cuando se adueñó del oro en Winnipeg, Canadá, pero fracasó en Sydney, donde con la ubicación 75º vio derrumbarse el esfuerzo permanente de cuatro años. Sin embargo, no se dio por vencido y siguió trabajando hacia Atenas. En ese intento ganó oro en República Dominicana.

Tras el ataque en Grecia, él reconoció que no podía afirmar si “habría ganado o no la medalla de oro, pero la verdad es que me causó un gran problema, porque perdí ritmo de competencia y sentí miedo. No sabía si el tipo tenía un cuchillo. Me asusté mucho”.

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A partir del 2004, el pequeño corredor ya no será un anónimo, como tampoco lo era el demente que lo agredió.
Se trataba de un ex sacerdote irlandés que ya montó un “numerito” poniéndose delante de los automóviles en el Gran Premio Británico de Fórmula 1 en el 2003, cuando circulaban a 300 kilómetros por hora.

Ayer, un tribunal griego condenó a un año de sentencia suspendida al demente y a pagar unos 3.000 dólares de multa, al mismo tiempo que le prohibió su presencia en cualquier tipo de evento deportivo durante tres meses. Él se disculpó en la Corte y dijo que no volvería a repetir un acto así, con el que intenta promover sus creencias religiosas.

Al momento del incidente, De Lima contaba con un poco  menos de 30 segundos de ventaja sobre un trío compuesto por el italiano Stefano Baldini, que ganó el oro, el estadounidense Mebrahtom Keflezighi, quien se acreditó la plata, y el keniano Paul Tergat.

En Brasil, donde las autoridades están exigiéndole al Comité Olímpico Internacional una medalla de oro de los Juegos de Atenas para Vanderlei, él era  esperado como un héroe, por su  estoicismo al tener que conformarse con el bronce, y asegurar que no guardaba rencor contra el agresor.

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Después de la trágica competencia, De Lima entró en la historia olímpica con la distinción de la medalla Pierre de Coubertin, por la “extraordinaria demostración de Juego Limpio y Valores Olímpicos” que tuvo durante la maratón de Atenas. Un alivio merecido para un pequeño gigante, para un héroe de bronce...