“Tengo que terminar, tengo que llegar”, dijo Pérez sobre su marcha en los 50 km. El campeón de Atlanta llegó en 12º puesto a la meta en los 50 km.

Tambaleante, casi desfalleciente, Jefferson Pérez cumplió su promesa en los Juegos de Atenas 2004 y, a fuerza de orgullo y dignidad, terminó en 3h53:03 los 50 km marcha que describió como “una prueba para locos en el atletismo olímpico”, y que ganó el  polaco Robert Korzeniowski en 3h38:46.

En Ecuador, era de noche (23h00 del jueves). En Grecia, el amanecer (07h00 de ayer) cuando comenzó la competencia. Allá el sol quemaba la piel. Acá la tensión invadía y los sueños de gloria despertaron a miles de personas, que seguían atentas la señal de televisión para –durante casi cuatro horas– apoyar al único medallista olímpico de la historia que una vez más dejó en alto a su país en unos Juegos.

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No llegó al podio, pero sí a la meta. Y lo hizo “como un varón. Eso era lo que quería hacer por amor a mi país. Hubiese sido lindo ganar en Atenas, pero me siento bien por haber  terminado las carreras”, dijo él cuando arribó al estadio Olímpico, después de una extenuante prueba, que de principio a fin dominó   Korzeniowski, el triple medallista en los 50 km marcha de unos Juegos.

También agradeció las “buenas  energías” que, desde la distancia, le enviaron todos sus compatriotas y familiares, que en su domicilio, en el barrio cuencano de Totoracocha, vivieron con tensión toda la competencia del más famoso del hogar, que a ratos parecía desvanecerse. Allí no hubo tantos periodistas como cuando compitió en los 20 km de Atenas, pero sí motivación. Incluso, uno que otro admirador que pasaba por el lugar pitaba por el buen desempeño de Nardo, como lo llama su madre, Lucrecia Quezada, en los 50 km marcha, prueba en la que fue el mejor latino.

Pero llegar en el duodécimo puesto no fue fácil. Para eso Jefferson se llenó de una fuerza extraordinaria. “En plena carrera se me desvaneció el cuerpo y empecé a ir de lado a lado en la ruta. Todo era oscuro para mí. No podía ver a mis rivales, y  sentía que iba a terminar todo. Pero luego vino algo de adentro de mi ser que   me impulsó a terminar”, contó el cuencano al pasar la meta.

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Después también reconoció que vomitó en tres ocasiones, “pero la sensación que sentí faltando entre ocho y diez kilómetros para la meta fue la peor de todas.
Nunca había sentido algo así en  mi carrera deportiva”, contó tembloroso, pero lleno de satisfacción continuó: “En el momento de mayor crisis me paré para tomar fuerzas y darme ánimos.   ‘Tengo que terminar, tengo que llegar’ me dije una y otra vez, y no sé cómo lo hice”.

Fue en ese momento cuando el campeón de Atlanta 96, que en el instante en que vivió la crisis perdió por lo  menos unos dos minutos  respecto del lote puntero,  se levantó y volvió. Y, pese a que se rezagó definitivamente y perdió la octava ubicación que tenía, continuó rumbo a la meta.

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“El esfuerzo que hice fue terrible, me sentí morir y casi abandono, pero por orgullo me mantuve en pie”, dijo Pérez, al tiempo que aseveró que cuando llegó al estadio y traspuso la meta se sintió muy feliz. No le importó el lugar.

Pero cuando él se detuvo y quiso abandonar en el país hubo tristeza. Los canales de televisión, que transmitían la prueba, anunciaron su retiro. Allí, su familia se desesperó y se preocupó por la salud del atleta. Y sus seguidores se resignaban a no verlo llegar a la meta. Pero cuando faltaban siete minutos para las 03h00  y los canales alistaban su despedida apareció en la pista atlética el hombre de uniforme amarillo y azul, al que todos seguían durante la transmisión televisiva. Con el 1544 en su pecho, ya sin gorra, algo despeinado y con una notoria satisfacción en su rostro apareció para parar el cronómetro de su reloj en 3h53.03, bajándole tres minutos a la marca nacional en los 50 km que él mismo poseía (3h56.04).

Fue emocionante. Él había cumplido con su promesa. Una promesa que se hizo cuando se sintió en deuda con él mismo, después del cuarto lugar en los 20 km que cumplió hace nueve días. Lo hizo como para redimirse haciendo un esfuerzo supremo.

Pero qué vendrá después de Atenas. Solo el mejor deportista ecuatoriano del siglo XX tiene la respuesta. Sin embargo, ayer las agencias AFP y Reuters anunciaron que, en Atenas, él había dicho: “Estos son mis últimos Juegos”.

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Contrario a eso AP informó que el campeón de Atlanta 96 dejó ver  que aún tiene una revancha: “No pude en Atenas, pero no me doy por vencido. Buscaré el desquite. Ahora solo pienso en comer y dormir, dormir mucho. Necesito recuperar fuerzas y olvidarme de la tortura que viví, fue muy terrible, me sentí morir...”.

PASOS

TIEMPO

Cuando se dio la partida de los 50 km marcha, Jefferson Pérez Quezada salió en el tercer pelotón. Su tiempo anterior (3h56:04), que logró en el 2003 en el Gran Premio de Naumburg, Alemania, lo puso allí. Por eso nunca pudo acercarse al ganador polaco Robert Korzeniowski.

EXTENUADO
No solo Pérez terminó extenuado, también se vio así al ruso Denis Nizhegorodov, quien se llevó la plata. A él se lo vio tambaleante antes de llegar al estadio, avanzando como desorientado. Él tiene la mejor marca mundial de la prueba (3.35.29) desde junio pasado.

MEJOR LATINO
Pérez fue el mejor latino en los 50 km marcha. Después de él arribaron a la meta los mexicanos Miguel Rodríguez (puesto 15, con 3h55:43) y Germán Sánchez (17, con 3h58:33) y los brasileños Sergio Galdino (26, con 4h05:02) y Mario Santos (40, con 4h20:11).  El también mexicano Mario Flores, descalificado luego de recibir tres  amonestaciones, y los guatemaltecos Luis García y Julio Martínez (quienes  tuvieron problemas físicos en el circuito) abandonaron la prueba.

ADIÓS
Con la medalla de oro de Atenas el polaco Korzeniowski se despidió de la marcha.