La seguridad interna es una necesidad prioritaria y urgente cuando las condiciones anárquicas ponen en peligro la vida de la población, destruyen la propiedad, las instituciones democráticas y ponen en riesgo la estabilidad regional.

El acelerado deterioro político de Haití, entremezclado con violencia, y las dificultades electorales, llevaron a una crisis que puso a flote las profundas carencias y contradicciones de un país asolado por la pobreza extrema.

Una población que sobrevive con menos de 2 dólares por día per cápita, con 70% de desnutrición, 63% de analfabetismo, 80% en el desempleo o subempleo y una mortalidad infantil de 124 por cada 100.000 habitantes, es un país inviable, que sofocado por ambiciones de poder entremezcladas con criminalidad, corrupción e inestabilidad política, pierde su identidad.

Los esfuerzos de Estados Unidos, Francia, Canadá, la Comunidad Caribeña (Caricom) y la OEA para apoyar a la resolución de la crisis política y reforzar la democracia fueron vanos, a pesar de haberse propuesto un plan internacional elaborado conjuntamente con el gobierno de Aristide y que incluía nombrar a un nuevo primer ministro y llamar a elecciones legislativas. El plan estuvo orientado al mejoramiento de la seguridad, de la justicia, de los derechos humanos y el reforzamiento de las instituciones democráticas.

La crisis de Haití y la reconstrucción del Estado puso de manifiesto la tendencia de la dinámica geopolítica contemporánea. La fácil internacionalización de los conflictos y las alternativas de su solución originadas en el exterior de los países, como intervención humanitaria o como apoyo entre los organismos internacionales.

La OEA, sin embargo, en un nuevo esfuerzo, en junio del presente año destacó una misión especial con la finalidad de crear las condiciones necesarias para la realización de elecciones libres y democráticas, una vez que dimitiera el presidente Aristide, inducido por el ministro francés Dominique Vallepin y el secretario de Estado, Collin Powell.

A la Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en Haití (Minustah, por sus siglas en inglés), destacada para restablecer el orden en Haití, se integra recientemente un contingente militar de Chile, conformado por dos compañías, una de fuerzas especiales y una de infantería, más una compañía de apoyo para logística, comunicaciones e ingeniería.

Según el embajador Juan Gabriel Valdez, “es la primera vez que países latinoamericanos se hacen responsables del destino de un país del hemisferio”.

Tendrá, como se ha dicho, consecuencias enormes para el futuro y cambiará la manera de cómo los países se relacionen entre sí.

Se debe esperar por lo tanto que la seguridad, como en el caso de Haití, no sea mirada exclusivamente en forma localizada, sino en el entorno internacional y de la subregión, en vista de la interdependencia y de la función recíproca de la seguridad de los estados.

Asimismo, la doctrina de las misiones de paz, en el marco de la ONU, cobra vital importancia, por ser las operaciones militares multilaterales el instrumento que mejor contribuye con la seguridad cooperativa y con las comunidades de seguridad.