Algunos opinan que la venganza es dulce e investigadores suizos dijeron el jueves que hallaron una forma de probar que esto es cierto.
 
En un estudio que, según los investigadores, podría ayudar a explicar la forma en que las normas sociales regulan la conducta del ser humano, se halló que los centros cerebrales vinculados al disfrute y la satisfacción se activaron en hombres jóvenes que castigaron a otros que los habían engañado.
 
Dominique de Quervain, de la Universidad de Zurich, y sus colegas, realizaron pruebas con 15 estudiantes masculinos. En dichos experimentos, les dijeron a los participantes que estaban haciendo un estudio sobre economía.
 
Todos los hombres fueron sometidos a escáneres por emisión de positrones (PET), que registraron su actividad cerebral.
 
En el estudio, publicado en la revista Science, los investigadores hicieron que los participantes intercambiaran dinero.
 
Por ejemplo, el jugador A podría entregar todo o parte de su dinero al jugador B, quien luego podía devolver toda la cantidad o nada.
 
Si el primer jugador entregaba todo el dinero, la cantidad se cuadruplicaba y entonces el jugador B podía compartir la ganancia con el jugador A.
 
Esto los beneficiaría a ambos, por lo que el jugador A se sentía motivado a compartir.
 
Pero si el jugador B no quería compartir su dinero, el jugador A podía castigarlo sustrayendo puntos durante el juego o quitándole dinero.
 
"Hicimos escáneres del cerebro de los participantes mientras observaban el abuso de confianza del estafador y decidían el castigo que le darían", escribieron los investigadores.
 
Los escáneres mostraron un patrón claro de actividad en el cuerpo estriado del cerebro, que interviene en la sensación de satisfacción, cuando un jugador penalizaba el egoísmo del otro.
 
Esto sucedió incluso cuando el jugador A tenía que emplear algo de su propio dinero para infligir el castigo.
 
"En vez de razones frías y calculadas, es la pasión la que parece plantar la semilla de la venganza", dijo el psicólogo Brian Knutson, de la Universidad de Stanford en California.
 
Knutson comparó este sentimiento con la maniobra de un conductor para impedir que otro vehículo se le meta delante en una avenida.
 
"Después de desplazar al intruso, suele aparecer una sonrisa en la cara" del vengador, escribió Knutson en un artículo adjunto al estudio.
 
Es posible que el instinto de la venganza contribuyó a perfeccionar el engranaje de la interacción social humana, según los investigadores.
 
"Durante miles de años, las sociedades de seres humanos no contaban con instituciones modernas para el cumplimiento de la ley, como una policía y jueces imparciales que castiguen a los violadores de las leyes, como los estafadores", indicaron los investigadores.
 
"Entonces, había que buscar otras formas para obligar a respetar las normas sociales y es aquí donde intervienen los castigos individuales", concluyeron.