En su rostro todavía se evidencian las múltiples heridas provocadas por las mordeduras de dos perros rottweiler el pasado domingo en Sangolquí, a 45 minutos al suroriente de Quito.

Diego Oña, de 8 años, se recupera lentamente en una de las habitaciones de la sala de cirugía pediátrica del hospital de niños Baca Ortiz.

Su padre, Víctor Oña, explicó que el dueño de los perros, Édgar Aulestia, correrá con los gastos de la recuperación de su hijo, la cual durará de dos a tres meses.

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Según la fiscal de Pichincha, María Cerón, lo ocurrido al pequeño Diego no puede calificarse legalmente como delito, debido a que no hubo muerte sino lesiones, por lo que en este caso se tratará como una contravención de primera clase.

Cerón explicó que la Fiscalía solo puede conocer legalmente los delitos con muerte ocasionada por la agresión de perros, cuyos dueños actuaron con negligencia.

No obstante, Oña indicó que su hijo perdió la oreja izquierda y la mayor parte de la derecha. “Tiene heridas en el pecho, la cabeza, las piernas y la espalda”, agregó.

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Con un vendaje que cubre su cabeza, Diego camina por el pasillo. Sus ojos reflejan tristeza porque su madre, María Pallo, no pudo visitarlo por cuidar a sus cuatro hermanos (sus edades oscilan entre 6 y 2 años). “Ya no me duele tanto como en otros días”, dijo.

Diego recordó que el 1 de septiembre iniciará clases en el cuarto año de básica de la escuela Fernando Villacís.

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Su abuela paterna, María Simaluisa, llegó el pasado martes de Latacunga para cuidarlo. Es una mujer de 60 años y mediana estatura, cuya mirada aún no supera el asombro por las heridas de Diego. Entre tanto, Víctor Oña reveló que hoy irá a la Fiscalía para dar su versión al fiscal, Luis Tapia Armas, sobre el ataque de los perros.