El 18 de agosto participé en la jornada de Seminarium sobre realidad y perspectivas del petróleo en el Ecuador y en el mundo.

Destaco la capacidad de convocatoria de Seminarium, en las materias en que realiza los seminarios, bajo la dirección de Santiago Samper, al reunir en los foros a personajes internacionales con expertos y analistas nacionales, a más de las autoridades estatales, que en el caso fueron el presidente Lucio Gutiérrez y los ministros de Energía y Economía, con una presencia importante de asistentes, en número, calidad y representatividad.
Mauricio Yépez proporcionó valiosa información:

La carga de refinería para el 2004 es de 61 millones de barriles. Con este volumen de crudo, las 3 refinerías (Shushufindi, La Libertad y Esmeraldas) producen 45 millones de barriles de productos limpios (73,14%), 8 millones de barriles de residuo (13,25%) y hay pérdidas de 8,3 millones de barriles (13,62%). Los derivados producidos en el Ecuador y que no se consumen internamente se venden al 75% del valor del crudo que exporta Petroecuador.

A inicios de los años noventa, la producción estatal ascendía a 350.000 barriles diarios, en 1994 está alrededor de 200.000 barriles. La producción de las empresas privadas que en los años ochenta apenas rebasaba los 20.000 barriles, hoy está por 300.000 barriles diarios.

Queda clara la falta de decisión de los diversos gobiernos para el desarrollo de los campos petroleros con reservas probadas, muy preocupante en las administraciones de Noboa y Gutiérrez, por los altos precios que vienen dándose, con lo cual las pérdidas por no haber invertido en el desarrollo requerido son inmensas. Esto dentro de la contradicción entre dos posiciones, la del estatismo, en que la propia Petroecuador asuma la inversión, pero para eso requiere recursos que son inexistentes, porque desde los ochenta los recursos petroleros van al Estado, ahora al Presupuesto una parte reducida, y los flujos más importantes para deuda; y la apertura total, no solo para lo que deba explorarse como inversión de riesgo, sino para lo que está comprobado.

Lo de Petroecuador es similar a lo sucedido con el IESS, las empresas telefónicas y las eléctricas, que por más de una década han estado bajo la dirección de privatizadores, que por un lado cayeron en compromisos no solo laborales, sino con empresas de servicio, a las que les conviene que no haya cambios sustanciales; y, por otro, creen que depredando más al sector público van a obtener el apoyo para la privatización total, lo que en la práctica ha significado el colapso y no solución alguna.

La política energética debe buscar eficiencia, no confundir lo estratégico con la ineficiencia. Es bueno que el Ecuador tenga refinerías y no caiga en el error de ser productor de crudo e importador de todos los derivados, pero debe buscarse eficiencia para que las pérdidas no tengan la magnitud actual. Los términos de relación con las empresas que desean explotar el petróleo ecuatoriano deben ser diferentes, cuando hay reservas probadas o si se trata de exploración de riesgo.

Es pésimo que se tengan sin extraer los huevos de oro –léase riqueza petrolera– pero no se gana si se extraen para que otros –no el Ecuador– se beneficien.