Ángel Peña es vendedor de electrodomésticos en Comercial Jaher, ubicado en el bulevar Nueve de Octubre, entre Boyacá y García Avilés, desde hace dos años y ocho meses. Peña es afiliado al IESS y tiene un sueldo básico de 130 dólares que, con los beneficios de ley, ascienden a 400 dólares mensuales. Él mantiene a su mamá y a su hermana y paga los servicios básicos de su vivienda ubicada en el sector de Santa Mónica, en el sur de la ciudad. La casa, que pertenece a sus padres, tiene tres dormitorios, un baño, cocina y un espacio pequeño que lo utiliza como sala y comedor.

“La situación laboral en la ciudad y el país va decayendo cada día por la grave situación económica que existe. En estos tiempos no se puede ahorrar y se vive con lo que se puede”, asegura.

‘Los informales no tenemos ganancias’

Mariana Lombey de Estrada, de 56 años, se dedica al comercio informal de prendas de vestir desde hace 30. Asegura que, cuando el negocio es regular, vende aproximadamente 15 dólares diarios, con lo que mantiene a su hija menor y a sus suegros. Su casa, que está ubicada en el sector de La Pradera, sur de Guayaquil, tiene tres dormitorios, un baño, cocina, sala y comedor. Lombey no ha podido comprar aún sus electrodomésticos porque asegura que con lo que gana al día solo le alcanza para comprar alimentos y costear su movilización diaria. “No hay  ganancias para los informales. El año anterior mi ganancia era de 40 dólares diarios y podía ayudar a pagar la educación de mis hijos. Lo único que me tiene tranquila es que no pago arriendo”, expresa.

‘No tengo empleo desde hace 12 años’

Johnny Manuel Santos no ha encontrado trabajo estable desde hace doce años “porque las empresas no quieren pagar lo que es justo”.

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Él se ubica todos los días en las calles Luque y José de Antepara para ofrecer sus servicios de electricidad, gasfitería y albañilería, pero “nadie quiere contratar obras”. Santos es casado y tiene dos hijos, que estudian en colegios fiscales. Vive en una casa de dos dormitorios ubicada en el suburbio de Guayaquil, que recibió su esposa como herencia luego de la muerte de sus padres. “No tengo ni para pagar la luz. Esta situación me llevó a cogérmela de los postes porque la situación es absolutamente difícil”, asegura. Cuando Santos consigue un contrato eléctrico, por el que cobra 12 dólares, aporta para la educación de sus hijos.