Cada vez que escucho a la diputada Cynthia Viteri, yo y mi otro yo entablamos una disputa de la que nunca se sabe bien quién salió ganando y quién salió perdiendo.

El otro día la diputada participó en el programa de los lunes de Jorge Ortiz. Sin titubear, defendió ante otros dos invitados y ante Ortiz la tesis de que el Partido Social Cristiano no mantuvo ninguna alianza con el gobierno de Lucio Gutiérrez. Sonrió todo el tiempo, contestó con elegancia a sus contrincantes y los interrumpió desafiante para conminarlos a que no evadiesen sus argumentos. Tuve la sensación de que se imponía en el debate, y admiré a esta mujer que ha sabido vencer los prejuicios machistas.

Entonces apareció mi otro yo, muerto de risa, que comenzó a gritar:

“¡Cynthia ¿te acuerdas de Bill Clinton?!”.

Iba yo a preguntarle a mi otro yo a qué se refería, cuando él mismo se puso a gritar que Clinton también sostuvo, durante meses, que no había tenido relaciones sexuales con Mónica Lewinsky. Se lo dijo con absoluto cinismo a su mujer, a su hija, a sus abogados, al fiscal Kenneth Starr, y lo repitió ante millones de norteamericanos. Clinton se amparaba en un antiguo diccionario según el cual “relaciones sexuales” existen cuando hay penetración de por medio. El sexo oral no encaja en esa definición y, por tanto, técnicamente, Clinton no mentía.

En ese punto quise interrumpir a mi otro yo para escuchar a la diputada, que estaba explicando cómo su partido y el Gobierno nunca firmaron un programa ni un acuerdo, y que ellos no pusieron a ninguno de sus afiliados en el gabinete. Técnicamente, entre el Gobierno y el PSC no hubo relaciones sexuales, perdón, no hubo alianza alguna.

Pero mi otro yo no me hizo caso y siguió dando alaridos. Algo alcancé a entenderle: Que el PSC no hizo nada, pero absolutamente nada, contra Wilma Salgado y contra Bolívar González cuando atropellaban impunemente a 20 mil “cojudos” y perdonaban a cuatro deudores bien gordos. Que durante año y medio los diputados del PSC no se portaron como perros hambrientos con los hermanos, primos, cuñados y concuñados del Presidente, sino como tiernos cachorritos, y que a cambio consiguieron el apoyo incondicional de la salvaje maquinaria estatal para perseguir a los enemigos o rivales del PSC. Que en todas las votaciones legislativas de cierta trascendencia el PSC estuvo en ese tiempo al lado de Sociedad Patriótica, y viceversa. Que los gobiernos locales estratégicos del PSC nunca supieron lo que era un retraso financiero, como les ocurría a todos los demás, lo que se explica –como lo acaba de reconocer el Presidente– porque el Gobierno maneja las partidas de los gobiernos locales de acuerdo a sus conveniencias políticas.

Sí, es de admirar el talento de Cynthia Viteri, pero sospecho que hay algo de razón en la locura de mi otro yo cuando dice que entre Sociedad Patriótica y el PSC hubo un pacto de no agresión que resultó muy beneficioso para el Gobierno. Ahora que ese pacto se ha roto y que el Presidente ha pasado a la ofensiva, vale la pena recordar que Clinton se arrepintió, confesó su culpa y prometió no evadir la verdad con triquiñuelas.

¿Harán lo mismo algún día nuestros dirigentes políticos?