¡Uh, eh, Chávez no se fue! Vacío de contenido político, el estribillo del día siguiente era apenas una variación de la simple y elemental consigna que sirvió para movilizar a más gente de la necesaria en apoyo del presidente venezolano. ¡Uh, ah, Chávez no se va! habían repetido hasta el cansancio sus seguidores, sin más necesidad que la de contar con una frase que pudiera expresar voluntad e ilusión, vale decir sentimientos más que posiciones políticas. Lo emocional fue fundamental aunque no suficiente para explicar los resultados del referéndum revocatorio. Como suele ocurrir, cuando se conforma un medio polarizado, las pasiones pasan a ocupar el espacio de las razones. Eso ha ocurrido en Venezuela desde hace largo tiempo, y su presidente ha tenido la capacidad de explotarlo y aprovecharlo. Pero el proceso vivido en los últimos años es mucho más complejo y se ha alimentado de una serie de factores que quedan ocultos cuando se alude solamente a los sentimientos.

Un elemento fundamental fue la crisis de los partidos políticos, desmoronados como castillos de arena después de treinta años de presencia dominante y monopólica. Su incapacidad para entender los cambios de la sociedad venezolana y del entorno mundial, así como la escasa atención prestada a la necesidad de abrir espacio a otras fuerzas políticas, terminaron por derrumbar   uno de los sistemas de partidos más estables del continente. Su rápida agonía desplazó la política a la calle y ahí ha permanecido hasta ahora. Ese es el campo privilegiado de Chávez y es el túnel oscuro de la oposición.

A esto se debe añadir el impacto de los programas de asistencia social impulsados el último año por el gobierno. Los altos precios del petróleo han puesto a su disposición un flujo de recursos que en buena medida se ha canalizado hacia acciones de atención inmediata. Así, aunque Venezuela se sitúa en el fondo de la tabla de los países latinoamericanos en términos de evolución de los indicadores económicos y sociales, una parte importante de su población siente que la están atendiendo y que se están preocupando de ella. No importa que sea el más elemental asistencialismo, que la pobreza se haya incrementado, ni que la redistribución del ingreso o la creación de empleo brillen por la ausencia.
Lo que cuenta es el pan para hoy, aunque el mañana sea de hambre.

Si se suma el control de todas las funciones del Estado, el acoso a la fragmentada oposición y el indiscutible liderazgo de Chávez, se puede comprender el resultado del referéndum. Convertido en uno de los caudillos que alimentan el siempre presente populismo latinoamericano, el ex paracaidista se ha transformado en la figura central de un proceso de retórica transformadora. No importa que sea el líder de un programa inexistente y que apenas tenga un par de ideas descabelladas entre sueños redentores, porque siempre son misteriosas las razones de los liderazgos como es insondable el efecto de una consigna vacía. No, no se fue. Larga vida al populismo latinoamericano.