Capítulo I. De los candidatos.

El buen político tendrá siempre a su disposición un candidato, o un grupo de candidatos que llene las expectativas, no del cargo, sino de los más bajos deseos y anhelos de las masas. Que despierten el morbo popular. Lo importante es la imagen de marca. Las percepciones son todo en política, no la realidad. De hecho, la realidad no existe. No importa si los candidatos apenas saben hablar, algunos apenas escribir, y otros –como demostró Ecuavisa en un reciente reportaje– ni siquiera recuerden para qué partido o movimiento están compitiendo. Lo importante es lo conocidos que sean. Tampoco importa por qué razones son conocidos. Cualquier cosa o experiencia se puede extrapolar. Lo único valioso es que sean conocidos, que tengan buena presencia ante las cámaras, y recordación en el público.

Capítulo II. De las elecciones.

Las elecciones son un mal necesario y, como tal, no solamente deben ser soportadas, sino manejadas.
Para tal efecto tienen que ocurrir dos cosas, una en el corto plazo y otra en el largo plazo. De forma inmediata, hay que controlar los tribunales electorales, ya que si no fuere suficiente la estrategia indicada en el capítulo anterior, el último punto de control se ejercerá en la susodicha institución. Por ende es menester politizarla. Debe ser repartida equitativamente y deben existir los mecanismos necesarios para que dicho balance pueda cambiar según la necesidad coyuntural. Adicionalmente, conviene que en el largo plazo la masa de votantes permanezca ignorante. Un elevado nivel educativo redundará inevitablemente en cuestionamientos al statu quo y terminará en una molesta rendición de cuentas.

Capítulo III. De la Moral.

Nada tenemos que hablar en este capítulo. Puede ser obviado por superfluo y redundante.

Capítulo IV. Del plan de campaña.

¿Cuál plan? Conviene al político centrarse en lo necesario para obtener su fin ulterior. A saber, este objetivo se puede lograr aplicando lo discutido en los capítulos I y II. Ahora bien, si fuere menester e inevitable –aunque como ya lo indicamos, no avizoramos que lo ameriten la mayoría de las ocasiones– se podrá informar una verdad a medias. El pueblo poco entenderá la relación costo-beneficio. Con tal de poder mencionar tres o cuatro cosas, por irrelevantes y superfluas que sean, por caras e ineficientes que hayan resultado, siempre se podrá tener una salida que será totalmente inexpugnable para la mayoría de los votantes.

Capítulo V. Del perdón.

Si la candidatura es un éxito, mas la gestión es un fracaso; si aun siendo removido del cargo o terminando el periodo con los peores índices de popularidad posibles, siempre habrá chance para una segunda y tercera oportunidad. Las masas perdonarán, bíblicamente, setenta veces siete. En Ecuador no existen los cadáveres políticos, sin importar lo que se haga.

¿Es otro Ecuador posible? No con los jugadores que existen en la mesa. No con el tablero actual, ni con las fichas como están acomodadas. Así, otro Ecuador no es posible.