Los retoques de la reforma laboral introducidos por el canciller alemán, Gerhard Schroeder, no parecen haber calmado los ánimos de la población descontenta que hoy volvió a salir a millares a las calles para protestar contra la medida.
 
Las mayores concentraciones de esta nueva "Manifestación de los lunes" se celebraron una vez más en el este del país, que 15 años tras la caída del Muro sigue siendo la zona económicamente más deprimida.
 
Con el denominativo de "Manifestación de los lunes" los organizadores de las protestas han querido recordar las grandes marchas contra el agonizante régimen comunista de la República Democrática Alemana, en otoño de 1989, que empezaron tímidamente en una iglesia de Leipzig y acabaron convirtiéndose en un movimiento de masas.
 
En esta ocasión la protesta ciudadana nació en Magdeburgo, organizada por un desempleado de 42 años que desde la caída del Muro nunca más encontró una colocación fija y que hoy volvió a ser escenario de la manifestación más numerosa, con varias decenas de miles de personas, como también en Leipzig, donde e reunieron más de 100.000 personas.
 
Por primera vez la "Manifestación de los lunes" llegó también a Berlín, donde se reunieron unas 7.000 personas, como también a algunas ciudades del oeste del país, aunque allí de forma menos numerosa que en el este.
 
Las marchas coincidieron hoy con el comienzo de una campaña de divulgación del gobierno, con amplios anuncios en los periódicos, una página de Internet y la apertura de una línea telefónica en la que el ciudadano puede pedir asesoramiento sobre la reforma.
 
La decisión de hacer esta campaña se tomó hace tan sólo unos días y a raíz de la avalancha de críticas, a la que se habían sumado también los medios de comunicación.
 
Aunque el gobierno reprochó a los medios haber incurrido en alarmismo por difundir datos incorrectos, hoy reconoció que no había informado bien y que había sido un error no haber lanzado esta campaña hace un mes, cuando se aprobó la nueva ley.
 
El portavoz del gobierno, Bela Anda, aseguró hoy "de ahora en adelante el trabajo de coordinación será más intenso" entre la Oficina de Información del Estado, el ministerio de Economía y Trabajo, y la Agencia Federal de Empleo.
 
La nueva reforma, conocida como "Hartz IV", por tratarse de la cuarta fase de un programa diseñado por el ex-jefe de personal de Volkswagen, Peter Hartz, contempla fusionar el subsidio a los parados crónicos y la asistencia social, dos ayudas económicas que hasta ahora eran gestionadas por administraciones distintas y con niveles económicos completamente diferentes.
 
El gobierno alemán accedió la semana pasada a suavizar algunas de las medidas, concretamente una relacionada con la modalidad de pago y otra con la cantidad de ahorros que podrán tener los hijos de los parados de larga duración sin que se les descuente a sus padres de la ayuda.
 
Lo que más ira ha provocado entre los parados, ha sido, entre otras cosas, el que a partir del año próximo cuente su patrimonio a la hora de calcular el nivel de subsidio, lo que hasta ahora solo ocurría con los perceptores de ayuda social.
 
Pero por encima de todo está la sensación de que son los menos favorecidos los que han de llevar la mayor carga de las reformas.
 
Para responder a esa sensación algunos dirigentes políticos, tanto del gubernamental Partido Socialdemócrata como también de la oposición conservadora, han propuesto suspender la rebaja del tipo impositivo máximo, prevista para el año próximo.
 
Sin embargo, la iniciativa formulada este fin de semana por el ex-primer ministro de Baja Sajonia, Sigmar Gabriel, entre otros, ha sido respondida con un tajante "no" por Schroeder, quien reafirmó hoy que no habrá nuevos retoques.
 
Schroeder recordó que la nueva etapa de la reforma fiscal prevista para el año próximo contempla también una bajada del tipo impositivo mínimo y no solo del máximo.
 
Por eso, no es justo decir que el gobierno descarga a los "grandes" y exige solo sacrificios a los "pequeños", dijo.
 
A partir de enero, el tipo impositivo mínimo quedará en el 16 y máximo en el 42 por ciento, frente al 25,9 y el 53 por ciento en 1998 cuando socialdemócratas y verdes asumieron el gobierno.