En algún momento de estos últimos 25 años, los escasos programas de entrevistas y opinión, o de investigación y análisis, abandonaron el horario estelar de la programación, que ocupaban desde 1979. Hoy, esa franja está dedicada sobre todo a las telenovelas. Y la opinión, el análisis, la investigación y la entrevista, lidian por abrirse un espacio entre películas y programas de entretenimiento en el horario nocturno, o bien intentan colonizar nuevos territorios, como el del domingo por la mañana.

El pasado miércoles, Ecuavisa estrenó, a las 22h45 como mandan los nuevos cánones, el primer programa de opinión política de las elecciones 2004: ‘El poder del voto’, conducido por Carlos Vera.

En 75 minutos, tres candidatos a la Alcaldía de Portoviejo y tres a la Prefectura de Pichincha respondieron a seis preguntas cada uno. Vera modera con el cronómetro en la mano, como si se tratara de una competencia atlética o de una prueba de habilidades en un programa concurso. Ninguno de los invitados habla, en ninguna ocasión, más de dos minutos seguidos. Solo una vez se les pregunta su opinión sobre la opinión de los otros.

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Esto no es un programa de debates. El debate electoral es rarísimo en el Ecuador; ya ni siquiera se plantea cuando se eligen Presidente y Vicepresidente; y, cuando se eligen gobiernos seccionales, como ahora, apenas se simula. Aquí, los candidatos se limitaron a exponer, cada uno por su lado, dos o tres ideas básicas que repitieron cuantas veces les fue posible, hablando en círculos.

En tiempo de televisión, dos minutos  son una enormidad. En términos de debate político, no son nada. Me pregunto si el rígido formato de un programa que debe cuidarse de mantener la agilidad para no perder su calidad de espectáculo, en verdad favorece el intercambio de opiniones políticas o la simple expresión de pensamiento articulado.