Ya hace muchos años, al visitar algunos de los países que se encontraban con el régimen comunista, o que acababan de salir de este, me impresionó como característica general, la ausencia de sonrisa.

Era como si una mezcla de miedo, esperanza incierta, falta de libertad o mezcla de todo hubiese borrado de sus caras la sonrisa espontánea de quien ama la vida.

No estaríamos errados al pensar que al cambiar todos estos sentimientos negativos, se produciría un cambio de actitud casi inmediata. Sorprendentemente no fue así, ni lo es hoy.

Publicidad

Aunque las circunstancias han abierto las puertas a esa libertad antes desconocida y añorada, uno de los rasgos que se mantienen es precisamente la incapacidad de sonreír; y, como consecuencia, esa sensación de estar frente a gente desconfiada y hosca, que si bien ha oído que el abrir sus puertas al turismo puede ser una fuente de trabajo y prosperidad incalculable, todavía siente una gran desconfianza ante lo que esa entrega puede significar.

Para quienes el miedo es su brújula, el cambio actual los coge todavía desprevenidos, como si su última arma secreta, su yo íntimo, pudiera serles arrebatada.

Todo esto me ha hecho reflexionar respecto a Cuba y su gente. Yo no he estado ahí desde que se instauró el régimen actual, pero por los que sí lo han hecho, sé que sí existe un país en que la gente está dispuesta a abrir su corazón, es Cuba.

Publicidad

Alguien me contaba que fue allá por tratamiento médico y que en su vida, (era ya bastante larga) se había topado con personas que reflejaran más amor y humanidad que aquellas con quienes trató durante la estadía en la isla.

Pienso que el fenómeno cubano, a pesar de todo lo que podemos creer sobre los regímenes totalitarios y opresivos, constituye un factor nuevo en la reacción del ser humano.

Publicidad

No sé si el hecho de estar en contacto con países que gozan de libertad, los hace pensar que ciertas circunstancias son transitorias y que es mejor gozar del presente y de lo poco que este les ofrece, con la mente puesta en un futuro en que lo bueno perdure y lo malo vaya buscando un cauce hasta diluírse y formar parte de lo que simplemente fue una trayectoria difícil, pero inevitable en la búsqueda de la justicia y la equidad.

Lourdes Álvarez Drouet
Quito