Requerimos los servicios de un veterinario mientras nos encontrábamos en Montañita, porque nuestro gatito se encontraba mal. Acudimos a un consultorio en Olón donde supuestamente lo operaron –de una gran herida en la barriga, causada por la mordida de un perro– y nos cobraron $ 40.

En dos días, al gatito se le empezó a podrir el estómago, a tomar mal olor, y a salírsele los intestinos; inmediatamente acudimos al mismo doctor para que le salvara la vida o se la quite sin dolor, por medio de una inyección (eutanasia); pero nos confesó que no sabía lo que le pasaba al animalito y que únicamente lo había cocido sin revisarle los órganos internos.

No disponía de jeringas, ni anestesia, ni calmantes; de absolutamente nada para calmar el dolor. Salimos del lugar desesperados, con el gato y sus tripas afuera, sin saber qué hacer; y como no hay más médicos en esa zona, fuimos testigos de la agonía más larga y terrible a una inocente y muy querida mascota.

Publicidad

Las personas que amamos la naturaleza y todo lo que contiene, no estamos preparadas psicológicamente para sufrir la angustia que vivimos.

Ciertos mal llamados veterinarios matan a muchos animales, pues supuestamente lo que hacen es operarlos y cobrar dinero, pero no existe real operación ni curación porque no disponen de nada en sus consultorios.

Ahora no podemos hacer nada al respecto, pero escribo esta carta con pena y desilusión. Es mi deseo hacer conciencia de que no estamos en este mundo rodeados únicamente de personas, somos una unidad con la naturaleza y toda forma de vida habitando en este mismo espacio, como para no tener una pizca de sensibilidad con nuestros muy queridos animales.

Publicidad

Brenda Veintimilla
Guayaquil