Frágil, con voz debilitada y piernas poco firmes, el papa Juan Pablo II se sumó el sábado a los millares de peregrinos que oraron este fin de semana en el santuario de Lourdes, adonde los fieles católicos vienen en busca de curas milagrosas, y les aseguró que compartía con ellos sus sufrimientos físicos. 
 
La referencia a sus propias dolencias -el mal de Parkinson y dolores en las rodillas y la cadera- ocurrió al comienzo de su visita de dos días al santuario de Lourdes, donde los católicos buscan recuperar la salud, las esperanzas y la paz interior. 
 
Comparto con vosotros una época de la vida marcada por el sufrimiento físico, pero no por esa razón menos fructífera en el maravilloso plan Divino, dijo Juan Pablo en frases leídas en su nombre por un cardenal francés. 
 
Queridos hermanos y hermanas que estáis enfermos, cuánto me gustaría abrazaros a todos y cada uno de vosotros con afecto, para deciros lo cerca que me siento de vosotros y lo mucho que os respaldo, dijo el discurso pontificio. 
 
El papa de 84 años habló con dificultad en francés cuando se dirigió al presidente Jacques Chirac, poco después de su llegada de Roma. Más tarde, empero, no intentó siquiera leer su breve alocución cuando oró ante la gruta donde, según se afirma, la Virgen María se apareció a Santa Bernardita en 1858. 
 
Se calcula que cientos de millares de peregrinos del mundo entero llegarían a Lourdes, un pequeño pueblo de los Pirineos, para acompañar al Pontífice en su visita de dos días a la gruta. 
 
Las campanas de la iglesia repicaron al vuelo a medida que el Santo Padre pasaba encorvado tras las ventanas de cristal de su   papamóvil, y la multitud estalló en vítores cuando el Papa levantó una mano para saludar a la muchedumbre que agitaba banderas amarillas y blancas. 
 
En el santuario de Lourdes, el pontífice fue levantado de su silla de ruedas para luego arrodillarse tembloroso frente a la gruta cubierta de hiedra. En un momento pareció resbalar y sus ayudantes lo subieron rápidamente de nuevo a su trono rodante. 
 
Luego, siguiendo una tradición local, el Santo Padre tomó agua de un vaso del manantial subterráneo que atraviesa la gruta y al que se atribuyen propiedades curativas. 
 
Pese a que pocas horas antes el pontífice había hablado por sí mismo, si bien con dificultad, su discurso escrito para la gruta fue leído por un cardenal francés. 
 
La gruta de Lourdes está asociada con curas milagrosas de fieles enfermos. Millares de personas afirman haber sido curadas y la iglesia ha declarado que 66 de esos casos son milagros oficiales. 
 
El Vaticano dijo empero que el viaje del Papa no tiene como objetivo buscar una cura para el mal de Parkinson y otras dolencias que lo aquejan. 
 
El Santo Padre fue recibido en el aeropuerto de Tarbes por el presidente francés Jacques Chirac y su esposa Bernardette. El matrimonio besó el anillo del Pontífice y lo acompañó hasta un edificio cercano. 
 
Seguidamente, en una breve alocución, Juan Pablo recordó las raíces cristianas y dijo que le emocionaba mucho sumarse a los millones de peregrinos que vienen cada año a Lourdes de todas partes del mundo... para solicitar la ayuda e intercesión de la Madre de Dios.